Capítulo XI

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Pero, abuelo, tienes que estar allí! No puedes perdértelo.
También es tu noche.
-Me encantaría ir, Fluke -le respondió su abuelo algo lloroso-.
Lo siento. Es culpa mía. Debería haber sido mejor paciente y hacer los
ejercicios que me mandaron. Es una lástima, pero los médicos no me dejan subir al avión. ¿Qué quieres que haga? No puedo ir.
-Pero no quiero ir solo -protestó Fluke angustiado.
-Tendrás que hacerlo. Es tu noche y debes estar allí. Convence a Ohm para que vaya contigo.
Un fin de semana en Sídney con Ohm. Se quedó pensativo. Él había estado evitándolo desde la noche de la fiesta y tenía que reconocer que la idea de pasar unos días con él le gustaba.
-Pero, abuelo...
-Sé que te parece buena idea, Fluke. He visto cómo lo miras. Te gusta, ¿no?
Fluke se encogió de hombros.
-Bueno... Es agradable. La verdad es que ha estado trabajando mejor de lo que pensaba y no nos llevamos mal. Para ser un Thitiwat, claro.
Inn se echó a reír.
-¿No te alegras ahora de que no te dejara echarlo de aquí ese primer día? -le preguntó el anciano-. Aunque lo intentaste por todos los medios.

No sabía si se alegraba. Por una parte, sí. Había aprendido mucho con él, sobre los placeres de la carne y sobre el mismo. Pero, por otra parte, creía que todo habría sido más fácil si se hubiera ido ese día para no volver.
Porque sabía que iba a dejar un gran vacío en su vida cuando volviera a Italia. Lo iba a echar mucho de menos.
-Supongo que ahora estoy más convencido de que puede ser un buen acuerdo para vinos Natouch -reconoció Fluke.
Y eso no tenía nada que ver con Ohm. Los hermanos Thitiwat parecían haber logrado mantenerse lejos de las revistas del corazón y llevar una vida menos escandalosa.
Además, si firmaba ese acuerdo, tendría la oportunidad de volver a ver a Ohm.
No esperaba nada más de él, pero tampoco le importaba en absoluto que sus caminos volvieran a cruzarse.
-Entonces, está decidido, pídeselo a Ohm -le dijo Inn
-.Enséñale la ciudad y pasenla bien. Y cuando ganes y te vean con él, será la oportunidad perfecta para conseguir publicidad sobre el contrato.
-Si gano, abuelo.
-Lo harás, estoy seguro, cariño.

Estaban trabajando entre las vides cuando Fluke se lo sugirió.
-De acuerdo, iré -respondió Ohm con algo de cautela-. Si eso es lo que quiere Inn.

Desde la noche de la fiesta, había mantenido las distancias con el. Y tenía que reconocer que Fluke también lo había hecho.
Empezaba a darse cuenta de que le había dicho la verdad cuando le
aseguró que no iba a tratar de tener nada más con él, que solo era sexo.
Aunque la había estado evitando, seguía deseándolo. Le estaba
matando esa situación y pensó que un fin de semana en Sídney podría ser muy bueno para los dos. Creía que, si Fluke quería, todavía podía enseñarle algunas cosas más.

-Pero tendré que comprarme un traje -añadió-. ¿Qué vas a ponerte tú?
-Eso es lo peor, que no tengo nada aún.

No pudo evitar sonreír.
-No me sorprende.
-Creo que iré mañana a Mount Gambier y echaré un vistazo -le dijo Fluke-. He oído que hay buenas rebajas en la tienda de Betty.
-¿Rebajas? ¿En la tienda de Betty? -repitió con incredulidad-.
¡La entrega de premios es en la Palacio de la Ópera, Fluke! Imagínate
que ganas y tienes que subir al escenario para recibir el premio y
hablar. Te harán decenas de fotos desde mil ángulos diferentes.
Vio que palidecía.

-Tienes que llevar un traje extraordinario y no lo vas a encontrar en la tienda de Betty.

-Odio todo esto -replicó con frustración Fluke -. ¿Por qué tiene
que ser todo tan complicado? Yo solo quiero cuidar de mis uvas y
elaborar vino... ¿Qué voy a hacer?
-Es muy fácil -le dijo Ohm-. Ve a la tienda de Betty si quieres y te compras algo para el vuelo que no sea de color caqui. Después, trataremos de encontrarte un atuendo decente en Sídney.
Ohm había cambiado los billetes para ir dos días antes a Sídney y tener así tiempo para ir de compras.
Fluke miró las espectaculares vistas de la costa cuando el avión comenzó a descender para aterrizar en Sídney. Lucía el sol y pudo distinguir el famoso puente de la bahía y el Palacio de la Ópera.
No creía que fueran a tardar dos días en encontrar un traje para Ohm y otro para él, pero estaba claro que no sabía nada de compras de esa altura. Nunca había tenido que asistir a un evento de esa categoría y era agradable tener a Ohm o para hacerse cargo de ese tipo de cosas. Fluke ya estaba bastante nervioso pensando en la fiesta del sábado como para preocuparse de nada más.
Iba a haber un cóctel antes de la cena durante el cual los seis finalistas iban a presentarse ante los invitados. Cada uno iba a tener unos minutos para hablar de su inspiración, de sus influencias y de su visión. El discurso de Fluke se centraba sobre todo en la figura de su abuelo.
Pensaba que no iba a tener oportunidad de hablar después y
quería darle todo el reconocimiento que se merecía. Inn lo había convertido en el enólogo que era y deseaba rendirle ese pequeño homenaje. Sobre todo cuando no iba a poder estar a su lado esa noche.
Después sería la cena formal y el anuncio del ganador a las nueve de la noche.
Podrían entonces volver a casa y a su vida siempre.
Aunque algo le decía que esa vida ya no iba a volver, que todo había cambiado para el durante esas últimas semanas.
Tenían un coche esperándolos cuando llegaron a Sídney. Rojo, deportivo y muy lujoso.
-¿Un Masseratti? -le preguntó Fluke echándose a reír-. ¡No me lo puedo creer!
-¿Qué otra opción tenía? No les quedaban helicópteros.
Fluke sonrió mientras Ohm le sostenía abierta la puerta para que entrara primero.

Los Thitiwat:  La Tentación del IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora