Capítulo VI

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Llevaban podando dos días y medio y la espalda y el cuello de Fluke lo sabían tan bien como él.
Cuando terminó una fila de vides, se enderezó para estirarse mientras se frotaba el cuello y miraba el reloj. Justo a tiempo.
Si dejaba de trabajar en ese momento, tenía el tiempo justo para ducharse y comer algo rápido antes de ir hasta Port MacDonnell, donde tenía una reunión. Estaba deseando hacer ese viaje. Así al menos tendría unas horas de respiro durante el día sin tener que estar trabajando al lado de ese hombre del que llevaba casi tres días sin separarse.
Se sentía agotado emocionalmente. Había estado enfadado desde el primer momento. En cuanto lo vio llegar en su helicóptero con la intención de apabullarlos con su presencia, conseguir sus firmas e
irse de nuevo con toda su cosecha bajo el brazo. Durante ese día, había estado seguro de que iba a conseguir hacerle ver que no les interesaba su oferta y que él terminaría por marcharse poco después de llegar. Pero no podría haber estado más equivocado.
Al final, entre Ohm e Inn, lo habían chantajeado. Se había sentido arrinconado y no le había quedado más remedio que acceder a un trato con la única esperanza de que a Ohm no se le diera tan bien podar como les había dicho. Pero ese rayo de esperanza se había extinguido la primera mañana, después de que lo viera podar.
Desde entonces, se había dejado llevar por la resignación, sabiendo que no iba a poder librarse de él tan fácilmente como habría querido.
Se sentía como si se hubiera caído por la borda de un barco y estuviera esperando a que alguien le lanzara un salvavidas.
Y ese salvavidas no lo iba a conseguir hasta que no saliera en las revistas del corazón, con motivo de algún escándalo, un miembro de la familia Thitiwat. Si no recordaba mal, la más joven del clan, Namtam, había salido hacía poco tiempo en las noticias por culpa de una partida de póquer en Las Vegas. No recordaba demasiado bien la historia, pero imaginaba que no tardaría mucho en volver a ser la
protagonista de otro jugoso escándalo.
Esa era su última esperanza.
-¡Hora de comer! -gritó.
No sabía dónde podía haberse metido Ohm, habían comenzado a trabajar al mismo tiempo. Vio entonces algo de
movimiento dos filas más allá y eso le dio por fin una razón para sonreír. Habían acordado hacer cada uno filas alternas y supuso que Ohm había empezado en la fila equivocada. Después de todo, no era tan experto como creía.
-Te has saltado una fila -le dijo Fluke cuando Ohm levantó la vista.
Vio que fruncía el ceño y sacudía la cabeza. Por un segundo, pensó que no lo había oído, pero dio unos pasos más hacia él y se dio cuenta de que la fila que creía que se había saltado estaba ya lista y podada.
-¿Cómo lo has hecho? -le preguntó sorprendido mientras se quitaba los guantes.
-Es fácil, yo no pierdo el tiempo hablando con las plantas.
-Para que lo sepa, señor Thitiwat, eso no es perder el tiempo -le dijo Fluke enfadado.
-Para que lo sepa usted, joven Natouch, solo trataba de
picarte. Ya te dije que había podado antes. He tardado un poco en
recordar cómo hacerlo y conseguir un buen ritmo, eso es todo.
Vio que se estaba riendo aunque no lo pareciera. Se le habían formado arrugas juntos a sus ojos y le temblaban los labios como si
estuviera haciendo un gran esfuerzo para contenerse. Antes de que Fluke pudiera decirle que no le veía la gracia y que no quería que le tomara el pelo, su teléfono móvil comenzó a sonar.
-¡Abuelo! -dijo saludando a su interlocutor-. -Sí, estaba a punto de volver a... ¡No me digas! ¿En serio? -agregó mirando de nuevo su reloj-. Muy bien, diles que estaré allí en una hora.
Apagó el teléfono y miró a Ohm.
-Esto es todo por hoy -le dijo mientras recogía sus guantes y las tijeras y las metía en un cubo.
-¿Ya? Pero aún es muy temprano.
-Tengo una reunión en Port MacDonnell. Se trata de un
importante pedido de vino que tengo que terminar de negociar. Es para una boda que tendrá lugar dentro de una semana. Han adelantado la hora de la reunión para que puedan estar presentes los novios.
-¿No podrían limitarse a hacer el pedido por teléfono?
-Quieren al menos diez docenas de nuestro mejor vino espumoso y eso solo para hacer un brindis -le explicó Fluke.
-No, Ohm, no es el tipo de trato que se deba hacer por teléfono. No es así como trabajamos en Vinos Natouch.
-De acuerdo, si tienes que irte, ve. Pero yo no tengo por qué dejar de trabajar.
Pero Fluke no pensaba dejarlo suelto entre sus vides sin que él estuviera cerca para vigilarlo. Por otro lado, le parecía muy extraño que estuviera deseando seguir podando. Era muy duro estar tanto tiempo agachado y pasando frío. No entendía qué era lo que estaba tratando de probar.
Pero no tardó en encontrar la respuesta a su pregunta.
-No tienes que tratar de demostrar que eres mejor que el resto de tu familia. No vas a impresionar a nadie con esas tácticas y menos a mí. Así que no tiene sentido que sigas trabajando. Ya has conseguido de nosotros lo que querías, ¿por qué no te tomas la tarde libre y lo celebras?
Ohm lo miró entrecerrando los ojos, le dio la impresión de que había dicho algo que le había dolido de verdad.
-Acordamos que iba a estar trabajando aquí durante seis
semanas y eso es lo que pienso hacer -le recordó Ohm con firmeza.
-Muy bien. Entonces, ve a ayudar a Mild a la bodega.
Pensó que a lo mejor a su abuelo se le ocurría una idea mejor, algo que pudiera tener a Ohm entretenido esa tarde de viernes.
Pero, cuando Fluke habló con él, se dio cuenta de que la idea de Inn
era mucho peor.
-¿Por qué no te llevas a Ohm contigo? -le sugirió su abuelo-.
De camino hacia allí, puedes enseñarle el lago Azul y Mount Gambier.
-No tendríamos tiempo de pararnos. Voy ya con retraso...
-Bueno, puedes parar a la vuelta.
-A mí se me había ocurrido que Ohm podría ayudar a Mild en la bodega.
-No, no hace falta. Mild no necesita a nadie.
-Pero Ohm podría aprender mucho allí. Después de todo, está aquí para trabajar. Le dijimos que no aceptamos turistas ni gente que viva en esta finca sin trabajar, ¿recuerdas?
Inn levantó las manos al aire al oírlo.
-Esa reunión con clientes también es trabajo, ¿no?
No se le ocurrían más motivos para no invitarlo y, además, sabía que habría sido una grosería seguir intentando convencer al abuelo.
Había estado tan contento pensando en que iba a poder estar solo esa
tarde... Pero sus planes se habían evaporado tan rápidamente como
la niebla de la mañana entre los eucaliptos.
-De acuerdo -murmuró resoplando mientras se dirigía a su dormitorio para cambiarse-. Supongo que Ohm puede venir conmigo.
-Yo conduzco -se ofreció Ohm.
Fluke lo miró con suspicacia, recordando lo torpe que había estado con el coche cuando lo acercó a su casa la primera noche.
-No siempre voy dando trompicones, si es eso lo que te preocupa. Solo me pasó el otro día.
Ohm sonrió al escuchar sus palabras y Fluke habría preferido que no lo hiciera tan a menudo. Era mucho más fácil recordar que ese hombre no le gustaba cuando no sonreía.
-Me gusta conducir y será agradable conducir por el lado izquierdo de la carretera.
Frunció el ceño mientras le daba las llaves, no sabía si sería buena idea dejar que condujera él.
Se metieron en el coche y Ohm emprendió la marcha poco después.
La carretera hasta Penola era larga y recta. Estaba alineada a ambos lados por campos llenos de vides, un paisaje que estaba cansado de ver cada vez que pasaba por allí.
Pensaba que quizás por eso prefirió distraerse observando las manos de Ohm en vez del paisaje. Le encantaba ver cómo conducía y cómo cambiaba de posición la palanca de cambios con sus largos dedos.
No era la primera vez que se daba cuenta de que tenía muy buenas manos, manos con las que se les daba tan bien podar una delicada vid como manejar ese temperamental coche.
Se giró un momento hacia la ventanilla con la vista perdida en
los cientos de vides que iban pasando. No pudo evitar suspirar, le habría encantado que esas manos pertenecieran a otra persona, no a
ese hombre.
A cualquier otra persona.
-Es un terreno muy llano -murmuró Ohm.
Era lo primero que decía desde hacía mucho rato y Fluke lo miró con interés.
-Así es esta zona. ¿Cómo es Italia?
Ohm se encogió de hombros.
-Es muy distinta.
-¿Distinta cómo? ¿Con colinas?
-Sí.
Se dio cuenta de que Ohm no quería conversar. Aun así, decidió seguir intentándolo, era un viaje bastante largo.
-¿Por qué te fuiste a vivir a Italia cuando toda tu familia está en
Inglaterra?
-Mi madre es italiana -contestó Ohm encogiéndose de hombros.
-¿Vives cerca de ella? -le preguntó.
No le contestó, se quedó en silencio. Un silencio que estaba lleno de significado, aunque Fluke no pudiera descifrarlo.
-¿Cuánto queda para Port MacDonnell? -quiso saber Ohm
ignorando por completo su pregunta.
Habían pasado hacía bastante tiempo la localidad de Penola y en esa parte de la carretera hacía mucho viento. Podría haberse quedado mirando el paisaje por la ventana, las vistas eran bastante bonitas, y aprovechar ese tiempo para pensar en otras cosas, pero lo único que tenía en la cabeza era Ohm.
Su aroma llenaba cada respiración y no podía ignorar su proximidad. No tenía que hablarle para que Fluke fuera muy consciente de que Ohm estaba allí, a su lado. Lo notaba aunque no lo estuviera mirando.
Como no podía librarse de él, decidió aprovechar para seguir haciéndole preguntas. Sentía mucha curiosidad sobre algunos aspectos de su vida.
-Entonces, ¿por qué te mudaste a Italia?
Él lo miró de reojo un segundo. Después, volvió a concentrarse
en la carretera.
-Cuando lo hice, me pareció que era lo mejor -repuso Ohm sin darle más detalles.
-¿Y? -insistió Fluke -. ¿Lo fue?
-Sí, fue lo mejor que pude hacer.
-¿Ves al resto de tu familia a menudo? -le preguntó Fluke.
-No, nos vemos poco.
-¡Qué pena!
-¿Tú crees? ¿No eras tú el que pensabas que mi familia solo sirve para llenar páginas en las revistas del corazón? -le reprochó Ohm.
Estaba tan avergonzado que se quedó callado. Tenía razón.

Los Thitiwat:  La Tentación del IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora