Capítulo XII

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Fluke estaba disfrutando mucho de su relajante día. Se había sentido así desde que entrara en el lujoso spa del hotel y lo recibieran con una taza de aromático té. Desde entonces, lo habían mimado con masajes y baños.
En ese momento, acababan de colocarle piedras calientes sobre la espalda y la sensación era deliciosa. Después, tenía que ir a la peluquería y Ohm le había prometido llevarlo a cenar.
Nunca se había sentido tan cuidado ni consentido. Creía que podría llegar a acostumbrarse a ese tipo de vida. Pero sabía que era mejor no hacerlo.
Ohm no podía conciliar el sueño y se quedó mirando al techo y escuchando la respiración del chico que dormía entre sus brazos. La cena había sido deliciosa y también el paseo por la playa. Después, habían regresado al hotel para hacer el amor y dormir juntos.
Ese era parte del problema. Aunque había sabido lo peligrosa que era esa situación, había dejado que una simple aventura se convirtiera en algo más permanente. Su instinto le decía que aquello iba a terminar mal.
Estaba demasiado inquieto para dormir y se levantó. Fue a los
ventanales y se quedó pensativo mirando las luces de la ciudad.
Una vez más, lamentó no haberse apartado de Fluke después de la primera noche.
Había visto cómo lo miraba Fluke cuando creía que él no lo veía y temía que estuviera empezando a sentir algo por él. Había anhelo y
necesidad en sus ojos.
Le encantaba estar con él, pero creía que era muy peligroso dejar que durmiera acurrucado entre sus brazos, soñando con que pudiera haber algo más.
Porque sabía que eso era imposible.
Y creía que, cuanto más tiempo pasara, más difícil sería separarse de él. Y el dolor en su costado parecía no desaparecer nunca.
No tenía otra opción. Había decidido que tenía que irse. Quería conseguir que firmaran el contrato y volver a casa. Ya no quedaba mucha poda y creía que había demostrado con creces su seriedad.
Volvió a mirar al joven dormido en su cama y sintió dolor en su pecho. Tenía que irse.
Estaría a su lado al día siguiente. Después de todo, era el gran día de Fluke y había planeado una sorpresa para tratar de que se relajara.
Solo un día y una noche más. Cuando volvieran el domingo al viñedo, les diría que tenía que irse. Sabía que Inn lo entendería. Y Fluke siempre había sabido que lo suyo solo podía ser temporal.
Pensaba que, con el tiempo, llegaría a agradecérselo.
–Tenemos que irnos en diez minutos, Fluke –le recordó Ohm mientras se ajustaba la pajarita.
Fluke había pasado toda la tarde ocupado con el peluquero y el
maquillador y apenas había tenido tiempo para nada.
–Lo sé, pero tengo que ponerme esta faja especial que me dieron. Se supone que hace maravillas con mi figura, pero es muy difícil de…
–Quítatela, no te hace falta –le dijo Ohm yendo hacia el–. Tú ya eres perfecto, Fluke.
–Pero, ¿y si el traje no me cabe?
–Claro que lo hará, no te preocupes –respondió dándole una
juguetona palmada en el trasero–. Y si no, puedes ponerte el que te compraste en la tienda de Betty.
Fluke se giró para mirarlo por encima del hombro.
–Espero que no tengas que lamentar haberme dicho esas palabras.
Pero el traje le sentaba como un guante, tal y como Ohm había esperado. Cuando terminó de ponerle el saco y Fluke se dio la vuelta, se quedó sin aliento. Estaba guapísimo.
Parecía un dios. Llevaba el cabello  algo alborotado y con algunos ligeros mechones en su rostro, lo que no hacía lucir hermoso. Como extra llevaba unos pendientes de argolla y un juego de tres collares de diferentes tamaños , lo que estilizaba su fino y delgado cuello. No necesitaba nada más, no con esa hermosa sonrisa que siempre portaba y ese brillo especial en sus ojos.
Siempre había fantaseado con quitarle un atuendo que fuera digno de el y se preguntó si tendrían tiempo antes de la sorpresa que había planeado para Fluke. Miró el reloj y frunció el ceño. No podía dejar de pensar en que era su última noche con él.
Vio cómo lo miraba Fluke y se dio cuenta de que aún no le había dicho nada de su aspecto.
Le levantó la barbilla, lo besó suavemente en la boca y
retrocedió un poco.
–Estás estás guapísimo,  Fluke –le dijo.
Le pareció que parecía algo tembloroso y asustado.
–No te preocupa lo de esta noche, ¿verdad? Pase lo que pase, eres un ganador –añadió.
Fluke pensó mientras salían de la suite que eran palabras muy
bonitas, pero vacías. Sabía que no podía quejarse, era lo que habían
acordado. Aun así, era imposible no desear que aquello fuera real.
Pero temía que ya fuera demasiado tarde.
–¿Adónde vamos? –le preguntó Fluke cuando Ohm lo llevó hacia la escalera en lugar de al ascensor.
–Ya lo verás –le dijo sonriendo enigmáticamente mientras subían
las escaleras y abría después la puerta de la azotea del edificio–. Te
espera tu carroza, Ceniciento.
Se quedó boquiabierto.
–¿Vamos a ir en eso? –preguntó sin poder creerlo.
–Así es –repuso dándole la mano y acercándose con el al helicóptero–. Vamos a hacer una ruta escénica de Sídney.
El piloto les ayudó a subir. Cuando estuvieron listos, comenzaron a moverse las aspas y se quedó sin respiración cuando empezaron a
elevarse. Era un día precioso y soleado.
–¿Para esto teníamos que estar listos tan pronto? –le gritó a Ohm.
–Sí. ¿Sorprendido?
Estaba a punto de asentir con la cabeza, pero la vida había sido una sorpresa continua durante esas últimas semanas.
–En realidad, no –le dijo Fluke apretando su mano.
Se preguntó cuántas sorpresas más lo esperarían. Pero sabía que había una sorpresa que Ohm no iba a darle y que era una locura soñar con ello.
–Mira –le dijo Ohm señalando por la ventana el emblemático puente y el Palacio de la Ópera.
Era increíble ver Sídney desde el aire, le pareció la mejor manera de hacerlo.
Cuando terminaron el tour, pensó que volverían al hotel, pero el piloto los dejó en un helipuerto cerca de la Ópera. Como aún tenían algo de tiempo, se acercaron a ver el puerto. Sabía que, aunque no ganara esa noche, ese día iba a ser uno de los mejores de su vida.

 Sabía que, aunque no ganara esa noche, ese día iba a ser uno de los mejores de su vida

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Los Thitiwat:  La Tentación del IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora