Capítulo 3 The Phoenix PART II

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Les dejo a Pete y de nuevo el vídeo de The Phoenix

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Lo que más le jodía de todo aquello no era que ya no se hicieran entrevistas o que ya no pudiera tocar su preciado bajo.

Lo que más le jodía era que tenía fingir y ocultar su relación con la persona a la que amaba.

Él no era ningún macho heterosexual, ningún chulo que se acostaba con un sinfín de mujeres porque sí.

Pero tenía que defender a Patrick. Tenía que protegerle, porque no podía dejar que le hicieran nada.

Patrick fue quien propuso la idea.

Él al principio se negó, claro está.

-No quiero hacerlo, Pat.-protestó pero su novio le ignoró.-No voy a fingir algo que no soy.

-Tienes que hacerlo, Pete. Por nosotros. Hazlo por mí, ¿okay?-pidió y sus labios se arquearon formando un puchero y Pete se maldijo a sí mismo por caer en sus encantos.

-Eres un manipulador, Stump.-se cruzó de brazos y Patrick sonrió y se inclinó sobre él para besarle.

-Te amo.

Se frotó los ojos con las manos y bufó después de observar de la chica rubia que dormía junto a él.

En SU cama.

Esa chica era la ¿cuarta? ¿quinta? no llevaba la cuenta, pero creía que era la quinta rubia que pasaba la noche en su casa, en la casa de donde Patrick y él cenaban viendo películas de miedo y la cama donde el rubio y él se abrazaban antes de dormir.

Lo más penoso de aquello es que no sabía siquiera el nombre de la chica.

Y sabía que estaba mal.

Acostarse con una chica tras otra, fingiendo y ocultando a quien pertenecía verdaderamente su corazón.

Muchos de sus amigos ya no le hablaban.

Ellos pensaban que estaba engañando a Patrick, y se ganó el desprecio de muchos de ellos.

Los únicos que verdaderamente conocían lo que pasaba eran Andy y Joe.

Ellos les apoyaban.

Pero Pete no quería compasión o apoyo.

Él quería poder abrazar a Patrick y dormirse escuchando los latidos de su corazón.

De repente sonó el timbre de la puerta y Pete se giró, sorprendido.

Miró el reloj. No eran aún ni las ocho.

Se encogió de hombros y se puso una camiseta y fue a abrir.

Abrió la puerta con cautela pero no había nadie.

Miró a su alrededor pero la calle seguía igual de desierta.

Fue a cerrar cuando se fijó en que había una bolsa blanca colgando del pomo de la puerta.

Dudoso, la agarró y después de asegurarse de tener la puerta cerrada, la abrió.

Un grito se escapó de sus labios y dejó caer la bolsa al suelo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y se llevó una mano temblorosa a sus labios para ahogar otro grito de dolor.

Reconocería esa mano decorada con ese tatuaje en cualquier sitio.

Save Rock'n Roll (Peterick)Where stories live. Discover now