T R E S

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Entonces, el niño caminó casi de puntillas para no despertar a su madre que estaba dormida. Rubén de 12 años, estaba escapando, un sábado a las 4 de la tarde. Llevaba un Max Steel pirateado y un carrito de plástico.

Sin hacer mucho ruido, salió de su casa y corrió unas calles, buscando a sus mejores amigos. Primero se dirigió a casa de Alexby corriendo, estaba a cuatro cuadras. Era una casa blanca de dos plantas, cercada con muro y una cochera.

Tocó el timbre y gritó el nombre de su amigo. Pero nadie contestó. Lo repitió 5 veces y por un pedazo de la cochera, se asomó. No había ningún carro, y la casa por dentro estaba en silencio. Se alejó y corrió a su nuevo destino: casa de Mangel.

Corrió 3 cuadras más abajo, ya cansado, llegó a su destino. Era una casa sencilla, de una planta y un gran patio. Estaba cercado por una bajita cerca de madera.

— ¡Mangel! —gritó el niño castaño 5 veces seguidas.

La puerta de la casa se abrió rápido, dejando ver a la madre de Mangel.

— Ha, ¿Rubén? —habló desde la puerta.

— ¿Está Mangel?

— Mi vida, Miguel fue a un cumpleaños, junto Alexby —caminó hasta la cerca y abrió la entrada—. Creí que habías ido —dijo la madre revolviendo el cabello del menor.

— Ha... ya veo —dijo Rubén disfrutando del pequeño mimo de la señora.

— Entra, estaba preparando un postre. ¿Qué te parece si la pruebas? —la mayor sonrió y dio paso a Rubén de que entrara.

— Vale —el niño entró sin pena alguna. Era común estar casi todo el día en casa de sus amigos.

La señora Rogel entró junto al menor y se dirigió a la cocina mientras que Rubén se entretuvo con la televisión que pasaba un programa para niños.

— Mira —le dio un plato con una rebana de pay de limón.

— Gracias —agradeció el menor. Rubén se lo devoró de pocos bocados.

La señora Rogel lo veía de un poco lejos, siempre era lo mismo cuando lo invitaban a comer, comía demasiado, o mejor dicho, lo que podía. La mala alimentación de Rubén era evidente y como madre le preocupaba. Rubén ya estaba en la edad que debería comenzar a crecer, pero él se seguía viendo hasta incluso más chico que su hijo. Cada pensamiento le estrujaba el corazón.

— Si quieres te llevó a la fiesta —propuso la adulta—, allá está Miguel y Alejandro. Para que no te aburras, mi cielo —se acercó y peinó el cabello largo del pequeño.

— No lo sé...

— ¿Por qué?

— Hace mucho que no voy a una fiesta —miro a la adulta.

— Solo tienes que ir a divertirte —sonrió—. Ven, te prestaré ropa, y hay que limpiarte esa carita —le empujó suave para llevarlo al cuarto de Mangel.

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No tardaron en llegar. Aproximadamente 20 minutos en el coche de la señora. La fiesta fue en un jardín, de algún salón de eventos. La temática eran superhéroes, y había demasiados niños jugando.

La señora agarraba de la mano a Rubén para que ambos se integraran a la fiesta. La señora saludó a la madre del cumpleañero, mientras tanto Rubén buscaba a sus amigos entre tanto niño.

La adulta jaló a Rubén avanzando junto a la mamá de Alexby, quien se había ofrecido para cuidar a los niños.

— ¿Qué hacéis aquí? —dijo la señora Bravo.

Delirio [Rubegetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora