D I E Z

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El escape de un autobús llegando, suena. La estación de trenes estaba muy transitada, varios llegando y saliendo; gente bajando y subiendo. Y una fila enorme esperando su turno para comprar su boleto. Rubén está dentro de esa fila, veía los destinos, pero no estaba seguro a cuál lo llevaría más cercano a su destino, pues no tenía celular para investigar. Avanzó un poco la fila.

Movía la pierna nerviosa. Miraba a los lados, buscando una respuesta en su subconsciente. La fila avanzó otro poco más. Se llevó inconsciente su mano y vio los destinos en la pantalla y se decidió por el más cercano: Pamplona.

La fila avanzó más. Ya era el siguiente en pasar. Exploró por última vez la estación con su vista. Nunca había viajado sin sus amigos y pensar eso, le provocó un suspiro desanimado. Su vista se clavó a otras filas que hacia las personas para entrar. Prestó atención, frunciendo el ceño atento.

Eran máquinas y guardias; era una obvia revisión de mochilas y maletas. Los guardias pasaban a las personas debajo del detector de metales y los otros trabajadores checaban por las máquinas el contenido que pudiera ser peligroso. El castaño se congeló.

— Mierda... —dijo en bajo, reacomodó su mochila, pues sabía qué cosas traía allí dentro y esos guardias no iban a estar contentos.

— ¡Siguiente! —dijo una mujer sacando a Rubén de su disociación—. ¿Me escucha? —preguntó harta de que Rubius no captara los ignorados siguientes. El castaño caminó hacia el módulo— ¿Para qué lugar va ser su billete?

— Ah... Sí, eh... —volvió a ver las pantallas, pero su mirada se iba al lado para ver aquella zona de revisión.

— ¿Entonces? —habló desesperada la mujer.

— Sabe, creo que me he dejado el cargador del móvil en casa y no me acuerdo de qué estación es a la que debo ir —dijo con un tono de broma para disimular su nerviosismo.

— Si me dice para dónde va, le puedo decir cuál va a tomar, ese es mi trabajo, por si no sabía —dijo la mujer, amargadamente—. ¿Entonces?

— Claro, ahh... ¡Oh! Pregunta, este, eh... ¿Revisan las mochilas antes de subir?

— Creo que es obvia la respuesta.

— Es que, por accidente, traje unas navajas que me regaló mi fallecido padre y me jodería que me las quitaran, entonces... Eh, se las daré a mi mamá que está en la salida y ya vuelvo. ¿Sí? ¡No tardo! —habló Rubius, muy rápido y algo torpe, pero finalmente saliéndose de la fila.

Caminó rápido a la salida, acomodándose la mochila que cargaba con una correa. En la salida, varios taxis esperaban fuera y ofrecían su servicio a cada persona que circulaba por ahí. Rubén se acercó a uno que estaba dentro de su carro con las ventanas abajo. Era un taxista ya algo mayor que traía una boina.

— Disculpe, amm, ¿usted podría llevarme a esta dirección? —Rubén le enseño un papel con el nombre del pueblo y el municipio.

— A ver, muchacho... —el hombre agarró el papel y lo acercó por su vista— ¡¿Hasta Navarro?! —dijo y río— Niño, para esos viajes tienes el tren a tus espaldas.

— Es que, ah —pensaba lo más rápido, el castaño, para sus mentiras—, me dan miedo. Y me siento más seguro en un vehículo privado.

— Mira, está muy lejos, te va a salir muy caro, es más rápido en tren y que pereza ir a dar la vueltota hasta allá. Ni yo ni otro taxista de aquí te podría llevar. Una disculpa, hijo.

— ¡Puedo pagarle! —dijo preocupado por la reacción del taxista— Por favor, es urgente...

— Hijo... —dijo el taxista conectando con la mirada triste del castaño e hizo una mueca. Puso sus manos en el volante— No te puedo llevar allá, pero puedo acercarte a una ciudad saliendo de aquí. ¿Te funciona? Allá puedes tomar un autobús o algo que te acerque más.

Delirio [Rubegetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora