C I N C O

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| 3 días después.

"Tu plazo de suspensión ha finalizado. Le pedimos de la manera más cordial que se presente el día de hoy para sus obligaciones laborales. Buen día" Leyó el castaño en su celular, suspiró, volteando los ojos.

Sin más se metió a bañar, se arregló y bajó después a la cocina. Sus amigos estaban apenas haciendo el desayuno, y platicaban animados. Sin embargo, Rubius no sentía esas ganas. Había amanecido con el ánimo apagado y solo pensaba en estar encerrado sin hacer nada, no sentía aquellas ganas de algo.

— ¿Te toca turno ahora? —preguntó Mangel sentándose con su plato.

— Ajá —contestó desganado y obligándose a desayunar.

— Entonces te vas con nosotros para que te pasemos dejando —comentó Alex.

— Ujum —contestó de la misma manera.

— Tío, vete animando que tienes que dar lo mejor ahora en tu trabajo —regañó Mangel a Rubius por su actitud.

— Me siento mal...

— Llevas así desde la crisis, sabes que tarda. Pero trata de sobrellevarlo, por lo menos hoy —dijo Alex.

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Después de que los amigos terminaran de desayunar, se fueron a sus habitaciones para alistarse y partir a sus trabajos. Rubén se sentía cansado y con pocas ganas, llevaba apenas la mitad de su plato.

En su baño. Se miró en su espejo, sus ojos estaban cansados y se veía apagado. Mostró un rostro triste y se le produjo un nudo en la garganta sin razón aparente.

— No, Rubén, ya basta —se cubrió el rostro con sus manos—. Tienes que estar bien —jaló su rostro abajo y se miró molesto. Sus ojos picaban, se pintaron en un leve rojizo—... Estar bien... Coño...

Rubén miró su mochila.

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—Chicos, dense prisa —dijo Alex.

Salió el castaño corriendo, riendo y bajando las escaleras con su mochila colgada de un solo lado.

— Mangel perdió —río el alto.

— ¡Mangel date prisa, coño!

— Iré a dejarle de comida a los gatos —habló rápido y se fue corriendo. Alex veía a Rubius de reojo, sabía qué había pasado con ese cambio repentino, pero decidió callar por el momento.

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Los tres amigos ya estaban en el auto de Alex, siendo conducido por él. El castaño sonreía y se movía un poco por el bajo volumen de la radio y la canción que transmitían.

— Ala, pero que han pasado más carros rojos que blancos, ¿lo notaron? —dijo el castaño, viendo por la ventana.

— No Rubius; tampoco las 4 palomas, ni las 3 mujeres con vestido azul, ni los perros que han pasado —comentó Mangel agobiado por que el castaño no se había callado en todo el camino, preguntando si habían notado cierta cosa meramente importante.

— ¿Por qué no? —y en cada una de las negaciones preguntaba por qué como niño pequeño.

— ¿Ahora qué te metiste? —preguntó Alex igual de agobiado.

Speed ¿por? —Rubius estaba quitando la diminuta pelusa que estaba en el asiento de Mangel pero detrás.

— Ahora entiendo —Alex bufó.

Alex se detuvo cerca del trabajo, abriendo los seguros. El castaño, con una sonrisa, besó los cachetes de sus amigos y bajó con su mochila, se vuelve a despedir lleno de energía a dios hecho por su palma de la mano. El auto siguió su marcha y el castaño igual.

Delirio [Rubegetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora