Los recuerdos del Emperador demoníaco eran caóticos pero esta vez no lo afectaron como antes ya que era un sueño del cuál podía distanciarse.
Shen Jiu contempló cómo Luo Binghe sobrevivía en el Reino Demoníaco valiéndose del derramamiento de sangre, de provocar disputas y exigir sacrificios.
Al principio mantuvo su distancia del demonio. Sin embargo ambos terminaron acercándose de forma inconsciente, buscando el cuerpo del otro dentro de aquel revoltijo de recuerdos.
El cultivador jamás lo aceptaría pero dicho acercamiento se debía a que la presencia de Luo Binghe era lo único constante en el amasijo de memorias, siendo —por ello— lo único a lo que en realidad podía acercarse.
El mestizo pronto se percató que Shen Qingqiu no lo había engañado.
En efecto, su Maestro no contó como válidas las muertes de las bestias y solo tomó en cuenta las de humanos y demonios humanoides.
Luo Binghe resopló.
— ¿Ahora consideras la vida de los demonios tan valiosa como la de los humanos? Hipócrita.
— Este Maestro nunca dijo lo contrario — Shen Jiu golpeó sus labios con la punta de su abanico invisible.
El menor se rio.
— ¿Pretendes hacerme creer que me consideras una persona?
El erudito puso los ojos en blanco. Ni siquiera su abanico —de tenerlo a la mano— habría podido ocultar su mueca.
— No seas estúpido. Cuando comencé a odiarte pensé que eras humano.
Su respuesta dejó al demonio sin palabras.
Shen Qingqiu se concentró en los recuerdos de Luo Binghe mientras su discípulo esperaba en silencio. Ese cambio sutil —apenas perceptible— le dio la sensación que el Emperador era menos agresivo con él cuando ambos volvieron a hablar.
Seguía siendo igual de antipático pero sonreía más y se atrevía incluso a bromear de forma sarcástica.
Luo Binghe no se enojó cuando el inmortal señaló su crueldad innecesaria. Simplemente se encogió de hombros.
Tras años de examinar sus recuerdos, Shen Qingqiu demostró que su teoría era cierta: el Abismo Sin Fin había terminado de forjar a su monstruo.
Las primeras muertes causadas por su discípulo fueron inevitables, meramente resultado de verse acorralado y querer sobrevivir.
Los últimos asesinatos —en cambio— habían sido desagradables e innecesarios.
Luo Binghe había descubierto el placer de matar y lo disfrutaba.
— Repugnante — siseó.
El demonio le otorgó una mirada curiosa.
— Ten cuidado con tus palabras, Shizun. Es tú turno.
Era hora de hacer su jugada.
Estaba atrapado en un sueño y aún así sus pulmones contenían el aire y su ritmo cardíaco se aceleraba dolorosamente. Sentía náuseas y dolor de cabeza. Pero —a pesar de todo— Shen Qingqiu escondía todas sus emociones detrás de una expresión indiferente.
— Adelante. Deberías comenzar cuando era un niño.
Luo Binghe asintió, cayendo en la trampa.
Shen Jiu ni siquiera parpadeó cuando los dos aparecieron en la mansión Qiu. El cultivador aguardó en silencio, ignorando su incomodidad y la curiosidad o las palabras del demonio.
La pequeña bestia se había burlado de él diciéndole que había comenzado a asesinar a una edad muy temprana pero su voz terminó desvaneciéndose cuando la Mansión comenzó a revelarle sus secretos más oscuros.
Cuando el fuego lo devoró todo Shen Qingqiu se mantuvo en su lugar tan firme como una estatua a pesar que por dentro estaba destrozado.
Luo Binghe evitó mirarlo y —aunque no decía nada— el cultivador podía intuir sus pensamientos.
El Rey demonio permaneció en silencio cuando lo vio matar a Yu Wanzi.
Rememorar su patética vida no era tan doloroso como pensaba.
Shen Qingqiu juzgó en silencio al niño que era —al igual que todas las malas decisiones que tomó—.
No estaría atrapado en esta situación si hubiera sido más inteligente, más cruel y más despiadado pensó.
Sin embargo fue la estupidez del demonio lo que lo hizo ganar.
Sus recuerdos terminaron en la privacidad de la habitación roja, un espejo del mismo recinto en el que se encontraban durmiendo justo ahora.
Inclusive dentro de aquel sueño ambos se habían dirigido nuevamente a la cama.
Esta vez no había ataduras ni ropas estúpidas.
Shen Qingqiu sintió la incomodidad de Luo Binghe sin necesidad de mirarlo a los ojos.
No se atrevía a hacerlo.
Porque él no había matado a nadie inocente (a diferencia de la bestia que se creía a sí mismo un Emperador).
Pero yo también soy una bestia... pensó antes que el mundo a su alrededor se desvaneciera.
ESTÁS LEYENDO
APOSTANDO
FanfictionShen Jiu se encuentra encerrado en un calabozo y es consciente que jamás saldrá de ahí. Sin embargo -gracias a un malentendido- esta posibilidad no solo se vuelve real sino que presenta ante él una oportunidad que -hasta ahora- resultaba inimaginab...