FIN DEL CAPÍTULO I

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Cuando Shen Qingqiu se despertó Luo Binghe ya le había desatado los tobillos. 


Esa pequeña libertad le permitió adoptar una postura más cómoda.


El cultivador levantó la cabeza con orgullo y confianza, mirando directamente al demonio a los ojos.


— Tienes razón, apostar es bastante divertido— se burló amargamente —¿Deberíamos continuar?

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