CAPÍTULO 37

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LIAM

No podía seguir cargando con esto más.

Con la culpa. Con la puta culpa. Con la jodida y perseguida culpa. Que me seguía allá donde fuese.

«JODER, VALE YA. VALE YA. YA ESTÁ BIEN JODER. NO PUEDO MÁS».

Desde que empiezas a sentirla, a padecerla, ya no hay vuelta atrás.

Y no soy consciente de ello hasta que la culpa me quema por dentro, me quita el sueño, me estruja el cerebro, me hace tener pesadillas, me hace retorcerme en la cama de pánico por lo que pronto sucederá, me hace llorar melancólico sobre mi tabla de surf. Me oprime el pecho, me hace dejar de sentir, me hace comportarme como un auténtico capullo...

No dejo de hacerlo. No dejo de dañar a aquellas personas que quiero. Me daño a mí mismo, a causa de eso les daño a ellos. Me culpo por haberles dañado y entro en un bucle constante del que es casi imposible salir.

Y la única persona que sabe cómo sacarme de ese bucle casi irremediable e infinito es April, a quien ahora tengo que decir adiós. A quien ahora debo dejar y alejarla de mí. Debo echarla de mi vida. Para que no sufra. Y como sé que lo hará de todas formas, haré todo cuanto pueda para que me odie, para que me desprecie si hace falta, pero con tal de que no salga dañada de esta me vale.

Solo pido eso, que ella no sufra, que ella pase página y que mi diablilla sea feliz. No pido más. Y si para eso tengo que mentir, lo haré. No dudaré en hacerlo con tal de que, esta vez, no salga nadie dañado. Y mucho menos ella. Jamás me lo perdonaría a mí mismo.

Todo iba tan sumamente bien que por un momento pensé que estaba soñando, que estaba muerto en vida o algo por el estilo, todo era tan irreal..., que era casi perfecto. Rozaba la perfección. Casi, hasta que lo supe. Y en ese mismo instante mi mundo se cayó a pedazos.

Mi mundo se resumió en estas tres preguntas:

¿Y ahora qué, de verdad esto es cierto...?

¿Qué se supone que debo hacer yo ahora...?

¿Y qué pasa con April...?

Y para colmo, no había sido capaz de hablarle de ello a April, ni siquiera estaba seguro sobre si algún día le contaría la verdad. Lo más probable es que nunca lo hiciese, y en todo caso, no se enteraría por mí.

Todo era una jodida y absoluta mierda.

Error tras error, pelea tras pelea, lucha tras lucha, batalla tras batalla, y..., pérdida tras pérdida.

Derrota tras derrota.

De saberlo antes..., de saberlo antes jamás me hubiese acercado a April aquel día en los cursillos de surf. Jamás me hubiese permitido el privilegio de formar algo tan sumamente bonito e irreal con ella, si total, sabía que en mi vida nada era bueno, nada era agradable, nada era fácil, nada salía bien.

Si lo hubiese sabido antes..., nunca hubiese dejado que April me conociese. Por muy demoledor que fuese. Ella no merecía pasar por esto, yo ni siquiera la merecía. Era demasiado buena persona para alguien como yo. Ella necesitaba alguien que la hiciese feliz, y yo por el contrario, no dejaba de hacerle daño, provocarle daño, y herirla.

Todo en mi vida eran obstáculos y más obstáculos, baches y más baches, heridas que sanar, y heridas que no sanaron bien que resurgen en los peores momentos.

Y la guinda del pastel. Aquello que terminó por romperme del todo. Inminentemente. Del tirón.

Mi herencia familiar.

En teoría, aquello no era del todo mi culpa, pero aun así, maldije cientos de veces la razón de mi existencia, la razón por la cual me trajeron aquí para ser tan sumamente desafortunado y desdichado. Sabía que mi puta herencia familiar llegaría, joder que si lo sabía, lo que desconocía por completo era que ocurriese tan pronto. En tan poco tiempo, tan temprano...

Todo era demasiado bonitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora