CAPÍTULO 43

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LIAM

— April... Sabía que esto sucedería y he intentado dar lo mejor de mí durante todos estos años por hacerte feliz, aún sabiendo las consecuencias, pero mi padre, Logan Jones... ¿Te acuerdas de aquel lobo que se posó en tu regazo?

— Sí, él era tu padre, lo supe en cuanto le dije que te cuidaría, y una lágrima deslizó de uno de sus ojos.

— Ya..., bueno, pues él... Lo cierto es que nunca te conté cómo murió. Y si alguna vez lo preguntaste lo más probable es que hubiese esquivado tu pregunta. El caso es que él..., él murió a causa de una enfermedad que heredó de su padre, de mi abuelo.

— Liam dime que no es lo que estoy pensando...

— Todo eso lleva a que y-yo... y-yo...  A que yo la heredé... —no podía seguir hablando, me temblaba todo el cuerpo y ver la cara de mi pequeña diablilla me hizo sentirme culpable por todo este sufrimiento.

— Es una..., es una una enfermedad hereditaria, mortal, inminente... No sentirá dolor, no habrá daños, porque según dictaminó el médico, es una enfermedad compleja, la cual vive dentro de su cuerpo, pero no muestra signos de ello. Por lo que solo los expertos saben al detalle cuando pasará. Toda su familia ya lo sabía April, Liam lo sabía, pero generalmente esta enfermedad llegaba bastante más tarde, en una franja entre los 70-90 años, no tan pronto, tan joven... —terminó Connor por mí, ya que yo no podía explicar al detalle todo el proceso, ni siquiera estaba pendiente cuando me lo dijeron.

Estaba solo ante todo ello, ante toda la carga, ante todo el peso que cayó tras mi espalda, me veía obligado a actuar con normalidad, cuando en realidad pasaba todo lo contrario, era incapaz de alargar más la farsa que escondía desde el día en que me dieron la noticia. Por esa misma razón, tiempo después decidí huir, alejarme de April. El día en que me lo dijeron entré en una especie de trance, de sentir que flotaba sobre el aire, de sentir que pronto no habitaría ese cuerpo, pero tan solo pensaba en qué pasaría con April, qué pasaría con nosotros, no la volvería a ver...  Me vi tan atrapado, desesperado, sin recursos, sin saber qué hacer o cómo actuar... No me quedó otra que recurrir a Connor. En un principio lo llamé solamente para que me pasase el contacto de Ben o para que al menos él vendiese algo de droga, de lo que fuera con tal de evadir todos los pensamientos que rondaban por mi mente cada puto segundo. Que ardían, que me oprimían el pecho, que me causaban pesadillas noche tras noche, hasta que llegó un momento en el que me mareaba y me costaba distinguir lo real de lo inexistente al pensar en que en unos meses, quizá semanas, me iría para no volver. A dónde iría, qué sería, qué pasaría con April, nuestro futuro... El cual no existiría.

Volviendo a Connor, menos mal que lo llamé, y dadas las circunstancias en la que lo llamé, al escuchar mi voz y mi desesperación por consumir o tomar algo que me ayudase a controlar en toda la medida posible mis nervios, este apareció en el sitio en dónde le había citado en menos de media hora. No voy a mentir, que apareciese me sorprendió, mucho además. Aquel chico no era el Connor que yo conocía de fiesta. Aquel quien me ayudó, quien me aconsejó y me ofreció su ayuda, era el Connor de buen corazón que me contó April, aquel comportamiento que me costó creer hasta que lo pude afirmar desde mi propia experiencia. Desde ese día en adelante, supe verdaderamente cómo era Connor, detrás de esa coraza de chico malo, indiferente, frío y gélido era un buen tío. Se ofreció voluntario en estar ahí junto a mí, hombro a hombro, aun odiándome. Él me ayudó en todo este largo proceso, él me acompañó a todas y cada de las citas del médico y él fue quien se enteró de todo, de cómo debía yo actuar, qué debía hacer, a quién debía contárselo. Y le agradecí eternamente toda esa compañía, lo consideraba mi amigo, mi familia, alguien cercano a mí, pero no hice caso a uno de los primeros consejos que me dio: «Cuéntaselo a April».

Todo era demasiado bonitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora