Capítulo 17: Lo que hice y lo que siento

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Maratón 1/2

Oh Dios mío, oh Dios mío... ¿Qué había hecho?

Es como si mente hubiera recapitulado cada instante desde que llegué. Y cuando me di cuenta del momento, de mi respuesta, de todo; corrí detrás de él. Mientras mi cabeza repetía su nombre una y otra vez, mis ojos lo buscaban con desespero en la salida.

No había nadie.

¿Qué había hecho? Y ¿Por qué lo había hecho?

Tenía más preguntas que respuestas, y tenía más ganas de verlo que nunca.

Estaba frenético, quise correr en dirección a algún lado. No sabía dónde encontrarlo. En nuestro tiempo compartido hablamos de todo menos de él, no de datos como dónde vive, por ejemplo. Y cuando corrí al parque donde comíamos helados, no estaba.

Tal vez porque ese no era nuestro lugar. Nuestro lugar eran nuestras conversaciones por mensaje. Y él me había bloqueado.

Me resigné y tuve que irme a casa.

Al final, nunca supe lo que quería decirle realmente. ¿Qué hubiera pasado si lo hubiera encontrado? ¿Qué le iba a decir?

******

—No siempre estarán solos, pero cuando lo estén deben intentar pensar en los que más quieren. Tal vez ese es el pilar para resistir a esta vida —dijo la abuela.

—¿Y si no tengo alguien a quién querer? —preguntó una Alexa de seis años.

—Alexa primero se levanta la mano y luego se opina —intervino su gemelo, molesto.

—Deja de ser tan molesto —empezó ella.

—No lo soy, mamá siempre me dice eso para que hable, así que te estoy educando porque soy tu hermano.

—Ambos, paren —ordenó la abuela con amabilidad. Los dos pequeños se callaron y volvieron su atención a esta.

—Entonces... ¿Qué pasará? —quiso continuar Max, curioso al respecto.

—Ustedes tiene la fortuna de haber crecido y nacido juntos, nunca estarán solos porque se tienen al otro.

—A Alexa no le gusta que le agarre de la mano para cruzar la pista —comentó el niño—. Tampoco que entre a su habitación, ni que le lleve dulces.

—Porque no me gustan —chista ella.

—Soy tu hermano.

—No mi dueño.

La abuela sonreía mientras los observaba diferir. Ambos tenían seis años, gemelos idénticos cuya madre los dejó con su abuela por trabajo ese día.

Todos creyeron que ambos serían inseparables, que se cuidarían el uno al otro. En cambio, Alexa solo veía lo negativo en él, y más cuando todos señalaban a Max como un niño encantador. Eso la irritaba.

Era caballeroso, bastante parlanchín, a veces le gustaba presumir lo que sabía, amaba los animales a pesar de que su madre jamás los dejó tener uno, no desde la vez que jugó con un cachorro piojoso; y en cuanto a ser un buen hermano, él lo intentó.

Alexa lo descartaba en cualquier opción. Lo veía más como competencia. Y ella decidió luchar por ello, sin saber que detrás de todo había un trasfondo no muy encantador para ambos.

Max era recurrentemente requintado por su madre.

Alexa era vigilada, y aunque no era regañada, era atosigada por la constante atención que ella misma se lo había buscado, en parte.

No me bloqueesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora