CAPÍTULO DIECINUEVE

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Después de esa noche, Xavier no la volvió a tocar. Su único roce fue al compartir el brazo de un año nuevo, bajo la luz de los fuegos artificiales, en medio de la multitud.

No solo la actitud de él cambió, también la de Tristán. Volvió a ser el mismo de antes de saber que su amante era Xavier. La besaba y consentía, otras veces le ayudaba a curar sus heridas y se recostaban en el sofá para ver películas de comedia romántica. Compartía con ella planes de un futuro cercano —y lejano—.

En su dedo giró un delgado anillo; el regalo de Xavier aparte de unas medias. Por dentro del material tenía inscrito la palabra: "Killay", pero ya estaba dudando de ser su lunita.

Regresar a sus vidas cotidianas no fue más sencillo, ya que Xavier los invitó a comer en su casa, donde Marcela ya había regresado de su viaje. Tuvo que tragarse el mal sabor que le dejó verlos besándose y tonteando, como ellos lo hicieron antes de navidad —e incluso el día después—.

Fue difícil aparentar que no le importaban esas muestras de su amor.

Por semanas no recibió ninguna noticia suya, contaba los segundos como si al siguiente fuera a aparecer un mensaje de Xavier en el celular austero.

Antes no le pasaba tanto, si se esforzaba, podía no pensar en él, pero ahora todo era distinto. Tristán la besaba y comparaba sus besos. Era como si lo que sentía por Xavier hubiera crecido de la noche a la mañana. O, quizás, eso era lo que él quería.

¿Ser amable y tierno con ella después de que Tristán le abrió la piel con azotes? No debió de ser una coincidencia.

—...tenemos que acercarnos a él.

Luna parpadeó y miró a Tristán; ella se encontraba recostada en su cama, bocabajo.

—Ajá —murmuró, fingiendo entender de qué se trataba la conversación. Les echó un vistazo a los papeles sobre el suelo y frunció el ceño—. ¿Seguiste a Xavier?

—Yo no —aclaró, a lo que Luna frunció el ceño. Él ladeó la cabeza, observando su mano—. Lindo anillo de promesa; supongo que él te lo dio.

—¿Cómo sabes lo que es? —preguntó, tapando sus dedos con su otra mano.

—Le di uno a las gemelas hace tiempo.

—Ah.

Tristán se fijó en las fotografías que solo mostraban la aburrida y monótona vida de Xavier de Armas.

—Se los quité —dijo después, como si necesitara decirlo para que ella también liberara a su dedo.

—¿Por qué?

—Ya no somos amigos.

Luna se sentó a la orilla de la cama antes de arrodillarse a su lado y buscar sus ojos, perdidos en fotografías sin sentido.

—¿Estás bien? —Él asintió—. No te ves bien.

Tristán se apartó cuando intentó tocarlo. Comenzó a juntar todos los papeles y meterlos en una carpeta.

—Estudiaré esto en mi casa. —Se inclinó hacia la mejilla de Luna una vez guardó todo—. Te llamo después cuando tenga algo.

—De acuerdo —murmuró, observándolo marcharse.

Se quedó unos momentos sentada en el suelo, con las piernas cruzadas, preguntándose "¿Qué carajos acaba de pasar?". Miró su anillo. Pensaba que era un objeto común y corriente, pero... ¿de promesa? ¿Qué significaba eso? Mejor dicho, ¿qué le prometía Xavier de esa forma.

Sabía que debía quitárselo ahora que Tristán lo reconoció. A ella no le gustaría ver que él usa algo que su amante le regaló. Se cubrió el rostro. ¡A ella ni siquiera le gustaría saber que se sigue viendo con su amante!

La condena del señor XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora