·Prólogo·

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Reina Infame.

Prólogo.

   Ambas puertas de la sala del trono se abrieron con prisa

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   Ambas puertas de la sala del trono se abrieron con prisa. El brillo del lugar cegó sus ojos. Los guardias que estaban de pie ante las puertas de una blanca madera lisa no lograron reaccionar antes de que aquella figura pequeña, tan femenina y pelirroja se adentrara hecha una furia roja. Caminó con prisa hasta el suelo frente a mí, señalándome con los ojos oscuros en llamas. Elevé la mano con la palma abierta hacia mis guardias sin mirarlos, indicando que esperaran a sacarla de aquí. Quería escucharla.

—¿Mi hermano? ¿En verdad? —escupió con enojo y desagrado.

   Mi mano bajó nuevamente al brazo de mi trono, descansando, pero como no dí la orden, los guardias no se movieron de sus sitios. Con mis ojos claros como el cielo y las nubes, aleteando las largas pestañas, analicé el cuerpo de la chica de arriba a abajo, viendo cómo a ella le molestaba cada momento que pasaba sin responder.

—No sabía que era tu hermano —mentí con desdén.

—¡Te lo presenté anoche!

—Digamos que no iba en condiciones de recordarlo —admití con un tono burlón que hizo que arrugara su hermoso rostro.

—¡Mi hermano está encerrado en los calabozos porque ibas ebria como tronco! —repitió, como si no lo creyera.

¿Acaba de gritarme?

   Sus gritos, esos que emitía su voz chillona, daban un maldito dolor insoportable de cabeza. Así que antes de seguir oyéndole, me coloqué de pie en mi trono. Ladeé la cabeza con lentitud extrema, sin quitarle la mirada de encima. Una de mis manos fue al mechón de cabello platino, blanco como la nieve suelto por mi rostro, enredándolo entre mis dedos. Hablé dulcemente al decirle:

—Ten cuidado cómo te diriges a tu reina, Katherina —le recordé. Mi tono dulce se borró cuando enderecé la cabeza y bajé la mano de mi rostro, poniéndome seria—. Te recuerdo que no me molestaría tomar una espada y cortarte la cabeza justamente donde estás y luego hacerla un tazón. El único problema que tendría sería el de limpiar la sangre de la alfombra donde estás parada.

   Mi mirada combatió con la de ella, quién amenazaba con bajar la cabeza cuando, al parecer, recuperó la cordura al ver la brillante corona sobre mi cabeza. No discutió más, no cuando asentí una vez sin dejar de mirarla, indicandoles a los guardias que podían llevársela, pero Katherina salió por donde vino por sí sola, dándome una última ojeada con odio.

Le arrancaré los ojos la próxima vez que vuelva a verme así.

   La puerta se cerró detrás de ella al salir escoltada por mis guardias, pero en ese tiempo alguien más logró entrar. Un hombre, flacucho y con cara de idiota, caminó frente a mí, dónde se dejó caer sobre una rodilla al suelo y habló sin mirarme cuando vió que no le dirigiría la palabra. No a él. No sin algo importante de por medio.

Reina Infame © [TERMINADA] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora