·Capítulo dieciocho·

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Capítulo dieciocho.

Aure Cyril.


Faltaba un día para mi boda.

El día de mañana me casaría con Eryx Rune, heredero de Reine Wald.

Sí, esa boda no estaba dentro de mis planes. En absoluto. Esa boda no ocurriría. Aquello fue obra del heredero a lord de Eryx Rune para vengarse de mí por manipularlo, engañarlo, intentar matarlo y besarlo. Al volver de nuestras aventuras en las cuales creyó ver cada parte de mí, tanto buena cómo mala, había hablado en contra de mi voluntad por ambos frente al Consejo Asesor de los Ocho Reinos. No he negado nada ante el CAOR porque las consecuencias recaerían en ambos, tanto en Eryx cómo en mí. La furia de ellos sería la perdición de ambos, más para mí que para él porque yo podía perderlo todo de un segundo a otro; mientras que Eryx sólo podría ser desterrado de Himmel. Mi corona pendía de un hilo al borde de un risco, del cuál decidí alejarme antes de obligarla a caer.

Necesitaba hablar con Eryx, pero debía haber alguna persona de por medio porque mi furia por él, esa que intenté mantener helada, haría que le arrancara el corazón del pecho en cuanto lo viera. No obstante, lo único en lo que podía pensar actualmente, dejando de lado mi corona y mi prometido (enemigo), era en mi pequeña niña a cargo: Calypso Cyril, la heredera de Himmel y todo lo que poseo. Tenía que vengar su ataque, probablemente premeditado. Nada era casualidad en Epiphania, mucho menos en Himmel.

Debía ocuparme de muchas cosas en estos momentos, pero sólo podía hacer una a la vez y eso...

—Aure, cielo —llamó Devan, sacándome de mi cabeza y devolviéndome a la realidad—. Estoy contigo —me recordó.

   El sol del amanecer comenzaba a reflejarse en la nieve del castillo a lo lejos, cerca de la muralla que protegía de alguna manera el lugar. Aunque la noche aún dominaba Himmel y sus dos lunas brillaban con intensidad en lo alto, la pequeña luz del sol que cruzaba los muros me generaba cierta inquietud que no pude disimular. Acabamos de salir de las catacumbas y nos encontrábamos camino a mis aposentos, tomando las partes del castillo las cuales tenía conciencia que no se encontraban guardias cerca, ya que yo misma los designaba u ordenaba el cambio. Se concluyeron todos los asuntos necesarios para mis grandes planes, esos que comenzaban hoy, ahora. En este mismo momento, mientras regresaba a mis aposentos con Devan Shevere a mi lado, Syren Overell se encontraba reuniendo a los Soldados Plateados, esos que se mantuvieron en secreto durante media década, el tiempo que me costó tomar mi trono. Fueron contactados hace una semana y habían acabado de llegar hoy mismo. Syren los dispersaba por el castillo, escondiéndolos, logrando que pasaran desapercibidos entre la gente ahora que comenzaban a llegar, nuevamente, todas las personas que estarían presente para la boda.

Ahora sólo quedaba esperar.

Mañana todo podría salir o muy bien, o muy mal.

   Devan me detuvo cuando el sol finalmente asomó uno de sus incómodos rayos por encima de las murallas del castillo. El rey de Dunkel se colocó tres pasos delante de mí, de lado, sin darme la espalda, y extendió una de sus manos hacia arriba en busca del rayo del sol que quería entrometerse aquí. La luz, ese hermoso rayo de sol que logró atravesar las defensas que brindaban mis murallas, chocó en la palma de la mano de Devan, comenzando a devorarse su muñeca, su antebrazo, hasta su codo dónde él bajó la mano a su costado, regresando su mirada a mí. Sus verdosos ojos reflejaban el potente astro que se alzaba en el horizonte, apoderándose de Himmel de la misma manera que yo lo hice: cegando a todos.

   No podía quitar mis claros ojos de aquél precioso rostro, ese que siempre he apreciado. Su admiración al mirarme era mayor o igual que la mía al mirarlo. Ya ninguno podía evitarlo porque las verdades entre nosotros eran de conocimiento mutuo. Ya no había mentiras entre nosotros, no había nada que nos detuviera de cumplir nuestros objetivos y...

Reina Infame © [TERMINADA] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora