Capítulo cuatro.
Aure Cyril.
Los días pasaban con rapidez cuando se trataba de ir a hacer presencia en mi sala del trono. Había ordenado colocar una silla blanca, lisa y sin brillo, simulando ser un segundo asiento a dos metros de mi trono a la izquierda, para aquél prometido del que ni siquiera supe en el transcurso de estos tres días. Sólo oí de mis informantes que no había salido mucho del castillo, pero exploró su interior y exterior con prisa, cómo si tuviera una exagerada urgencia. También me enteré que había pedido permiso para salir de los muros que lo rodean. Y debo admitir que eso me disgustaba porque el que lo mataran allí arruinaría todos mis planes.
Llevé la copa de agua a mi boca, bebiendo con tranquilidad mientras me observaba en el espejo antes de salir. Tenía que estar lo más presentable posible, como siempre, pero mucho más.
Hoy habría una junta de reyes en Himmel.
Aún no tuve la oportunidad de hablar con Theo personalmente, quién había llegado a mi castillo el día siguiente de tomar a Eryx como prometido. Y confieso que es un jóven bastante listo para la edad que tiene. Huía de mí dentro de mi propio castillo, en mis propias narices, y no podía hacer nada. Al menos por ahora.
Y lo peor: según mis informantes, había logrado engatusar a Eryx y ahora el pequeño lord creía ser amigo de ese...
Observé una última vez aquél vestido rojo apretado al cuerpo, delineando cada curva que los dioses me habían dado. Mi cabello blanco estaba suelto, rozando mis hombros como siempre. La corona decoraba mi cabeza de una manera magnífica, demostrando cuánto poder ésta me daba con sólo hacer presencia. Mis manos estaban cubiertas con guantes de cristal fino y seco, algo tan cómodo para mí y tan hermoso a la vez. Sabía que si otras mujeres lo usaran, éstos quemarían su piel al instante. El simple roce de mis dedos en alguna piel que no sea la mía daría una sensación tan ardiente que se alejaría al instante para evitar dañarse.
Pero yo era la reina de Himmel. Y ser un copo de nieve era para lo que estaba hecha.
Las largas pero pocas telas que el vestido contenía eran hermosas, de un rojo sangre tan fuerte que creería que mis vestuaristas lo hicieron con carne humana. La larga cola rozaba mis zapatos por detrás, mientras que por delante a puras penas me cubría los muslos. Espalda abierta, escote...
La puerta sonó dos veces, indicando que alguien venía a molestar. Volteé los ojos, respondiendo:
—Si vienes a informarme que ya todos están esperando, te recomiendo marcharte en silencio antes de que atraviese esa puerta con una ballesta y te reviente el estómago con una flecha —concluí la amenaza.
Esperé unos segundos en silencio, completamente quieta. De igual manera, la puerta volvió a sonar y mi paciencia se esfumó por el aire. Solté un bufido, apretando la mandíbula con furia para caminar hacia la puerta de mis aposentos. Aún no había tenido el tiempo suficiente para colocarme los zapatos. Y aunque a muchas personas les desagrade, todos en Himmel se adaptarán a mis tiempos, así que llegaré tarde. A paso lento y desganado, elevé mi mano y tomé la perilla para abrir la puerta. Detrás de ésta, un hermoso cabello rubio se cruzó por mi vista. Su ancho cuerpo hizo una reverencia lenta, bastante provocativa. Su traje azul oscuro, un hermoso medianoche, se retorció alrededor de sus músculos, representando su reino, tal y cómo lo hacía yo, cómo probablemente lo harían todos.
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Reina Infame © [TERMINADA] #1
Fantasía[PRIMER LIBRO DE UNA SAGA: "Epiphania"] Aure Cyril. Sonaría tan inocente y hermosamente dulce si no te dijera que es el nombre de la reina más cruel que existió en la faz de Epiphania; un mundo dividido en ocho reinos y un bosque llenos de monstruo...