·Capítulo ocho·

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Capítulo ocho.

Narra Aure Cyril.


—Yo te odio más, Aure Cyril.

   Hice presión en su mano sobre la mía para liberarme de su agarre de la forma más rápida posible. Me alejé a paso rápido por el pasillo hasta perderme de su vista. Cuando lo dejé atrás y me aseguré de que nadie estuviera viendo, sin detenerme a pensar, con el dorso de mi mano enguantada sequé las lágrimas que tanto me esforcé por derramar.

En estos momentos, ser la víctima en la situación podía evitar tener tantos ojos sobre mí. Pero Eryx no era idiota.

Quizá el Consejo Asesor de los Ocho Reinos creyera mi historia, tal vez el pueblo susurrara que merezco algo mejor, puede ser que los reyes rueguen porque cambie de opinión.

Pero Eryx Rune no se tragaba ni una palabra que salía de mi boca.

Parecía hacer todo por sabotearme y evitar nuestro compromiso. Desde traer a su padre y su amante hasta acusarme frente al CAOR. Tuve que contarle mis planes porque quizá, de una extraña forma, reconsidere la oferta y logre cooperar un poco. Después de todo, mi plan es mantener mi corona sobre mi cabeza y el pequeño lord es un método para conseguir mi objetivo.

Espero que los Dioses lo ayuden con sabiduría a elegir el camino correcto. De otra manera, sólo podré hacer una cosa y esa será su eliminación.

Pero...

«Yo te odio más, Aure Cyril»

   Llegué a mis aposentos de la forma más rápida posible. Los guardias postrados fuera de mis puertas me abrieron camino y cerraron con prisa, sin elevar la cabeza, cómo si verme se tratara de convertirse en piedra y yo fuese Medusa. Ignorando esos detalles, moví mis manos por mi cuerpo para sacarme el vestido, dejándolo caer al suelo sin más. Rápidamente cambié mi atuendo, dejándome en pantalones de cuero, camisa negra, guantes oscuros y una capa negra. Quité la corona de mi cabeza, sosteniéndola con ambas manos, y la posé sobre mi cama con cuidado. Me coloqué mi cinturón nocturno alrededor de la cintura bajo la capa y oculté mi cabello y mi rostro en la oscuridad de la capucha. Hecho todo aquello que cubriría mi identidad, procedí a abrir la ventana por la que solía saltar. Nada me detuvo, cómo es normal. Rodé por el nevado suelo y comencé a caminar con prisa por la oscuridad. La luz de ambas lunas mantenían el lugar visible, de otra manera sería imposible caminar por la noche en estos lares.

Lares por lo que solía jugar.

Ese simple pensamiento me trajo una imágen fugaz a la cabeza, recordando que hace no tanto tiempo corría por estos lugares, jugando. Simplemente era una niña que deseaba salir de su castillo y ver el mundo a su alrededor, explorar y sentir. Una princesa que no sería la próxima en el trono, pero que no lo sabía. No sabía nada.

Una niña, no una heredera.

Jamás olvidaré el día en el que anunciaron la muerte prematura de mi madre, mi tía y Eros a Epiphania. Tampoco cuando me obligaron a tomar una corona para la que no estaba preparada, una corona que no me pertenecía.

«Escondida detrás de una columna en el Gran Salón, con tan solo una década y media, extendí todo mi sentido auditivo hacia mi tía en las escaleras y a mi madre en su trono.

—Jamás tendrá lo que se necesita para ser una reina, Cyrene —habló mi madre en dirección a su hermana—. Ella es una persona débil. Siente demasiado por lo demás, no se mancha las manos ni con la sangre de un insecto y jamás en su vida se atrevería a luchar en una batalla o una guerra de ser necesario. Le quitarán la corona en cuánto la reciba.

Reina Infame © [TERMINADA] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora