Capítulo 1.

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"El trabajo en la oficina no es lo mío, pero algo de provecho sacaré de esto", pensó.

Sacó los papeles del ordenador mediante la impresora. Estúpida impresora. La tinta se había derramado.

Con habilidad, limpió bien antes de que el jefe llegara y le diera un buen jalón de orejas.

Alex, el jefe necesita... —paró un momento al ver el tiradero—. ¡Por Dios santo! —exclamó—. ¿Qué ha sucedido aquí?.

Ésta porquería —susurró limpiando con algunas hojas sucias—. No menciones nada de esto al jefe, por favor, Claire.

Por su puesto que no —negó y fue ayudarle a limpiar.

Las dos señoritas limpiaron más rápido de lo esperado. Todo bien, hasta que llegó el jefe.

¡Señorita, Valentine! —su frente se arrugó en cuanto no vio sus importantes papeles—. He estado esperando ya hace unos minutos esos papeles, pero simplemente usted no llega.

Lo lamento señor, Henderson —susurró ella apenada—. Tuve un problema con la impresora y no he podido imprimirlos.

Busque otra manera —aún con el gesto feo en su rostro—. Vaya a imprimirlos a la oficina de la señorita Hood. No tiene problema con ello, ¿cierto, señorita Hood? —la miró con los ojos achicados.

Por su puesto que no —contestó rápidamente.

Con una orden mediante un ademán, Alex salió lo suficientemente rápido como para estar en esa oficina en menos de dos minutos. Apurada, sacó los papeles del USB en el que tenía guardados esos importantes archivos de Tailandia.

¡Vamos, estúpida impresora! —le dio dos pequeños golpes.

En menos de lo que esperó, salieron esas hojas llenas de letras sin sentido. O al menos no lo tenían para Alex.

Salió de la pequeña oficina de Claire después de acomodar su falda ajustada. Justo arriba de las rodillas.

Con los papeles en mano, se dirigió al gran despacho de su jefe, que lo había bautizado como "el señor azúcar".

Aquí están sus papeles tan importantes —dijo con sarcasmo, tanto, que él señor Henderson pudo notarlo.

Aunque no lo crea, si lo son, señorita Valentine —la miró con atención y se recargó en su silla, haciendose ésta para atrás—. De hecho es una gran oportunidad para la empresa. Y sus trabajadores estarían bien beneficiados, y en ellos entra usted.

Lo lamento —se disculpó con las mejillas un poco rojas—, a veces hablo sin pensar y es un gran problema que he tenido desde siempre.

No se disculpe, que es lo único que ha hecho desde que la empresa cambió de dueño —de nuevo se puso firme—. Es mejor que me traiga un café bien cargado. Pero esta vez con azúcar —una sonrisa burlona se formó en su delicado rostro.

"Es lo que tiene de más" pensó Alex.

Salió del enorme despacho con vista a la ciudad.

Se dirigió a la cafetería del enorme edificio, tan rápido como sus piernas se lo permitieron.

Tráigame un café bien cargado —imitó a su jefe—. Pero esta vez con azúcar.

Vientre alquilado. | James Maslow |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora