Amelie Lavelle
Mientras los días seguían pasando, más me acostumbraba a esto, regresar del colegio hacia la tienda del señor Helsin. Hoy salí un poco tarde, pero debía llegar puntual a mi trabajo, así que no iría a casa para almorzar; finalmente con quince minutos tardes, llegué, lo que significaba que me quedaría más tiempo.
- Buenos tardes -Saludo mientras apoyo la palma de mis manos en mis rodillas para descansar un poco
- Llegas tarde -Responde el dueño
- Lo siento, nos hicieron quedar más tiempo
- ¿Almorzaste? -Hace la misma pregunta de todos los días
- Ah... si -Mentí para que no se preocupara
- Eso es lo importante, ahora a trabajar -Se dirige hacia el pequeño almacenamiento - Hoy llegaron unos pedidos, estoy tan viejo que ya no puedo cargar eso, necesito que me hagas una lista del nombre del producto y el peso, quiero ver si todo está conforme.
- Claro, no se preocupe, ahora mismo hago todo
- Cualquier duda estaré en la oficina -Se dirige a ella
- ¡Está bien! -Grito
Remango las mangas de mi casaca y me acercó a los costales que debían pesar 50 kilos así que prepararía mis músculos. Finalmente después de unos estiramientos, tomo mi primer costal y lo pongo con cuidado en la balanza y efectivamente esta pensaba 50 kilos exactos, ahora voy por el segundo y este pesaba 49.500 gramos, lo que no sería del agrado del Señor Helsin pero aún así lo apunto. Terminando con los costales me sentía débil, los brazos me dolían, no podía ni levantarlos, algo me decía que mañana amanecería mal.
En ese instante recordé cuando hace unos años sufrí de baja autoestima porque en una clase de educación Física hicieron que nos pesarán en delante de todos y todos se burlaron por mi sobrepeso. Después de tanto tiempo, me atrevo a subir otra vez una balanza, estaba un poco insegura de mirar los resultados pero trataría de ser fuerte. Abro mis ojos y entro en confusión, más un sentimiento entre asombro y tristeza.- Señor Helsin, una pregunta
- Dime, ¿Qué pasó? -Se acerca hacia donde yo me encontraba
- ¿Su balanza está bien?
- Si -Responde seguro de sí mismo
- ¿Seguro? -Vuelvo a interrogarlo
- Si niña, si esta viejita pero yo la cuido, ¿por qué? ¿Los costales no pesan 50 kilos?
- No no, solo era curiosidad, aunque hay algunos que si pesan menos -Digo en voz baja
Me sentía rara, quizá decepcionada de mí, no creía que fuera a subir, ¿será porque crecí? No creo, no soy tan alta, ni tan baja, pero yo me veo bien, aunque mis rollitos no digan eso.
- ¿Qué pasa? ¿Los apuntes no van bien? -Pregunta el señor
- Más o menos, mírelos -Le muestro la libreta
- ¡¿Qué?! ¡Esto está pésimo! Ahora mismo llamo a esos proveedores -Se dirige hacia el teléfono colgado en la pared
- Pero no es mucha la diferencia señor Helsin -Lo sigo
- Cuando yo compro algo y me faltan diez centavos, ¿acaso me perdonan? Eso lo apuntan y me lo cobran la próxima vez que vengan, yo haré lo mismo
- Tengo entendido que ellos hasta le hacen descuentos, ¿quiere más?
- Tengo que ganar hija. Ya está timbrando.
Mientras por fuera reía de lo renegón y tacaño que podía ser el señor Helsin, por dentro estaba preocupada, ya que se había abierto una nueva inseguridad en mi.
...
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¿A dónde Van Los Sentimientos?
RandomYo no quería hacerlo, pero me sentía como un pájaro en una jaula, encerrada en un bucle de problemas. Una adolescente huyendo de problemas que no le corresponden, unos padres irresponsables que no supieron dar amor, y una familia creada por los mis...