Capítulo 3.

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Febrero 7 - Día 22

La silla de tela dura con un parche de cinta en su parte superior había comenzado a sentirse familiar. Lentamente, dejó de ser la silla que estaba al lado de la cama de Valentina para convertirse en mi silla. Valentina estaba sentada con su laptop en sus rodillas y las sábanas envueltas alrededor de ella. Ella me dio un mágico y amistoso saludo cuando entré, un «Hola» lleno de vida.

—¿Tienes algún plan para hoy? —le pregunté mientras me sentaba, coloqué mi bolsa en mis piernas y la miré.

Ella se encogió de hombros.

—Nada en particular.

—Podemos ir afuera de nuevo —sugerí, preguntándome si ella había estado esperando con ansias mi visita tanto como yo lo estaba. La semana había pasado lenta, me encontraba contando los días que faltaban para verla de nuevo. No se suponía que esto pasaría, pero lentamente Valentina ocupaba gran parte en mi conciencia. Quería conocerla por dentro y por fuera. Y también quería repararla, era lo que más quería en este mundo.

Ella se encogió de hombros nuevamente, dejando su laptop a un lado y cubriéndose entre las sábanas, colocándose de lado. Sus ojos azules fijados en mí. Colocó sus manos entre la sábana, cubriendo su cabeza con ella como si fuera una capa.

—No quiero ir a ningún lado hoy. —Ella se veía tan vulnerable acurrucada ahí, con su nariz apenas visible entre las sábanas. No me atrevería a presionarla a que hiciera algo si no quería.

Yo tampoco estaba teniendo un buen día, uno de mis pacientes, una chica joven con rabdomiosarcoma, un tipo de cáncer muscular se estaba poniendo peor y no estaba segura de que sobreviva a este mes. Además, no me estaba sintiendo tan bien, mi garganta estaba hinchada como si me fuera a dar algún tipo de resfriado y también me dolían mis músculos y articulaciones. Esconderse debajo las sábanas no parecía mala idea.

—¿Alguna vez has hecho una casa con sábanas? —le pregunté lentamente mientras deslizaba mis manos en los bolsillos de mi sudadera, buscando algo de calor.

Ella asintió, había un tipo de nostalgia en sus ojos.

—Cher y yo solíamos hacerlo en la sala cuando éramos chicos.

—¿Quieres hacer una ahora?

Analizó mi proposición por un momento antes de asentir, quitándose las sábanas de encima, parándose frente a mí mientras me miraba con algún tipo de sonrisa.

—Está bien.

Me levanté, quitando mi bolsa de mi hombro y dejándola en la silla. Luego, agarré una sábana.

—Creo que si lo sujetamos con el pie de la cama podemos hacer un tipo de tienda, ¿verdad?

Valentina asintió seria.

—Mientras haces eso, buscaré las almohadas.

Estiré la sábana azul sobre la cama. Toda la habitación parecía tener un olor diferente al resto del hospital. No podía saber qué era, era un aura intangible que venía por parte de Valentina.

Aseguré la sábana con la pata de la silla en una de las esquinas y, con la mesa, otra esquina de la sábana, finalmente al pie de la cama. Nos quedó una pequeña casa en forma de triángulo.

Valentina colocó algunas almohadas dentro de ella, cubriendo el suelo por completo con ellas. Finalmente, nos metimos en la pequeña casa.

Era una casa o tienda bonita. La luz que venía del pasillo y la luz de la pequeña lámpara de Valentina se filtraban en el azul de la sábana haciendo que pequeñas sombras aparecieran en el lugar. Nos acomodamos y me apoyé en la cama, estirando mis piernas. Valentina habló en voz baja tratando de no romper el silencio que había aparecido entre nosotras.

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