Capítulo 17.

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Marzo 6 - Día 50

No había hablado con Valentina, excepto por unos cuantos mensajes hasta el martes, ya que las citas que tuve el lunes me dejaron demasiada cansado como para hacer otras cosas; solo olí la cena y sin probar bocado alguno, me fui a la cama sintiéndome un fracaso. Podía sentir que el tratamiento y la enfermedad comenzaban a afectarme más, pero maldita sea, no pensaba dejar de trabajar. Tenía una obligación con mis pacientes y conmigo misma, trabajaría hasta que físicamente no pudiera ponerme de pie.

Cuando finalmente fui con Valentina, su habitación de hospital estaba misteriosamente vacía. No podía haber ido muy lejos, sus sábanas estaban revueltas y estaba su laptop abierta encima de la cama, pero no había ninguna señal de ella.

—¿Val? —dije llamándole con voz alta, mientras me acercaba a su cama tratando de no preocuparme. Probablemente había salido por algo de comer. Dejé mi bolso en la silla deseando que el pánico que crecía en mi pecho se fuera por completo. Ella nunca salía de su habitación, jamás lo hacía—. Valentina, amor, ¿estás aquí?

¿Qué tal si algo realmente serio y malo había pasado? ¿Qué tal que si tuvo un ataque y se cayó en algún lado sangrando esperando a que alguien la encuentre? Mis manos comenzaron a temblar mientras tomaba mi celular para enviarle un mensaje rápido con un «¿Dónde estás?», estaba esperando que ella se encontrara bien para responderme.

—Valentina, por favor... —dije lentamente, dejé mi celular entre mis manos y me quedé mirando el techo esperando que tal vez si deseaba con todas mis fuerzas ella aparecería perfecta y sin ningún daño—. ¿Val? —dije de nuevo, sonando solitaria incluso para mis propios oídos.

Me senté en el suelo, sentí el dolor de mis huesos mientras mi cuerpo tocaba los azulejos. Mi cerebro estaba sobrecargado de tanto pensar. Estaba tan cansada e increíblemente abrumada.

—Espero que estés bien...

Hubo un largo momento de silencio, durante en el cual cada horrible posibilidad pasó por mi mente al menos por cuatro veces y entonces, escuché una voz suave que se asomó para encontrarse con la mía.

—Estoy bien.

Levanté mi cabeza y mis ojos miraron a través de la ranura de la puerta del baño, una sombra estaba acurrucada en la oscuridad.

—¿Valentina? —dije de nuevo.

—No entres —respondió con una voz baja y entrecortada como si algo se hubiera roto dentro de ella.

Me recosté en el suelo y miré por debajo de la puerta del baño, tratando de ver algo entre las sombras.

—¿Por qué la luz no está encendida?

Ella dejó escapar un suspiro tembloroso.

—No quiero ver.

Me senté de nuevo y me apoyé contra la puerta de madera, no quería hacer nada más que entrar y abrazarla para tratar de reparar lo que sea que haya salido mal.

—¿Me puedes dejar entrar?

—No —respondió rápidamente—. Por favor, no —dijo luego con suavidad.

—Está bien —me acurruqué poniendo mis rodillas contra mi barbilla y mis brazos alrededor de mis piernas. Era en situaciones como estas que recordaba qué tan frágil era Valentina. Ella era tan encantadora, era tan fácil de ser lastimada y yo no podía protegerla de todo, especialmente cuando ella estaba completamente destrozada—. ¿Quieres decirme qué pasa?

—No —me contestó.

—¿Valentina? —le pregunté deseando poder envolverla entre mis brazos hasta que ella dejara de estar triste.

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