Capítulo 23.

424 64 4
                                    

Abril 21 - Día 93

La primera cosa que escuché cuando iba a entrar a la habitación de Valentina fueron unas voces en un tono alto, casi de discusión. Me quedé en la puerta escuchando, no quería entrar, tenía miedo de lo que me iba a encontrar adentro. No reconocí a la persona que estaba hablando, una voz femenina salía por el pasillo. Coloqué mi oreja contra el marco de la puerta lo más cerca que pude, tratando de escuchar algo de la conversación.

—No fue nada, estoy bien, ¡en serio estoy bien! —Pude escuchar la desesperación en la voz de Valentina, sonaba un poco áspera como si se fuera a romper en pedazos. Mis entrañas se retorcieron, odiaba lo rota que sonaba, odiaba no poder mejorar las cosas para ella.

—¿Pero qué hubiera pasado si no estuvieras bien? —Hubo una pausa y pude escuchar otra pequeña parte de nuevo.

—Es solo que no quiero que tengas que viajar un largo camino hasta Londres para nada. —Ella contestó y prácticamente podía ver la expresión en su rostro, la forma en que se arrugaba con ligereza.

—Bueno, ¡tal vez no deberías de estar en Londres! ¡Deberías de venir a casa, al lugar a donde perteneces! —La voz de la otra persona subió con un volumen comprensible y pronto su identidad se volvió clara para mí.

La mamá de Valentina nunca fue un tema del que habláramos mucho, era una misteriosa presencia que cernía sobre el borde de nuestra conciencia, pero nunca hablábamos de ella. Siempre había tenido la impresión de que Valentina la amaba y se preocupaba por ella, pero nunca la había visto en los meses desde que la conocí.

—No quiero ir a casa, no puedes hacerme ir a casa. Mi papá trabaja en seguros y paga todo esto, no quiero ir. —Hubo franqueza en la voz de Valentina, oraciones rápidas que se destrozaban en medio y se volvían a juntar como un rompecabezas, piezas que encajaban, pero no hacían la foto correcta.

Luego su voz se tornó suave, con palabras apagadas y en forma de súplica.

—No, mamá —apenas alcancé a escucharla—. Esa casa me recuerda que voy a morir.

Lo cual parecía una cosa divertida de decir cuando el lugar que estaba comparando era un hospital.

—Ya no sé qué hacer contigo, Valentina —dijo suavemente con cierta culpa—. Ya no lo sé.

—Está bien. —Se escuchó un suave movimiento de las sábanas como si se hubiera movido para abrazar a su mamá, o tal vez ella se había sentado a su lado. Deseaba poder entrar y ver lo que estaba pasando, poder tomar su mano cuando estaba en ese estado, pero entonces recordaba que Valentina fue siempre fuerte y ninguna de las dos le dábamos crédito por eso. Ella estaría bien.

—Es solo que sé que un día te irás y desearé poder tenerte un poco más.

—Siempre me tendrás, mamá. —Ella contestó y sentí una repentina pérdida en mi pecho por razones que no podía decir con palabras. Pensé en mi propia madre, la forma en que me miraba como si fuera algo frágil. Ella creía que no podía verla, pero perderme era como si ella perdiera una parte de sí misma.

Perder a un hijo nunca será hermoso o insignificante. Es cruel y el mundo nunca debería de ser así.

La conversación se tornó en bajos murmuros y me alejé de la puerta, saliendo lentamente por el pasillo; podía escucharse el suave rodar de mi tanque de oxígeno que me seguía por el camino.

Esta mañana, Valentina necesitaba más a su mamá de lo que me necesitaba a mí.

Abril 22 - Día 94

Valentina — 11:16 a. m.

Te extrañé ayer.

Juliana — 11:17 a. m.

Catch me, I'm falling  | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora