Capítulo 24.

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Abril 28 - Día 100

Desde el jueves, Valentina me había olvidado dos veces más.

La primera fue en un momento fugaz que pensó que no me había dado cuenta y la otra, cerca de la madrugada. Tal vez debería de haberse vuelto fácil para mí, pero solo parecía dolerme cada vez un poco más, el miedo que tenía de que su memoria no regresara hacía crecer dentro de mí otro tipo de tumor.

La habitación de Valentina había comenzado a quedar fría, especialmente en las mañanas. El hospital había empezado a encender el aire acondicionado por los meses de primavera y le daba a la habitación un frío artificial que solo servía para hacer mi piel más húmeda de lo normal. Nos dormimos juntas la noche anterior, algo que se había vuelto una costumbre desde que se nos hacía mucho más difícil permanecer despiertas, el cansancio crecía cada vez más dentro de nuestros cuerpos. Era bueno en una forma triste, dormíamos juntas nuestros últimos meses de vida que nos quedaban, por las mañanas despertaba con un cuerpo familiar a mi lado.

Mi propia cama había comenzado a sentirse casi vacía, el colchón de doble tamaño era demasiado largo para mis delgados huesos y demasiado frío para que pudiera calentarme. Casi se había convertido en una rutina; caía dormida a su lado, me despertaba en sus brazos e iba hasta el baño para tomar una ducha caliente. Las pastillas para dormir me ayudaban un poco con los sudores nocturnos, pero no creo que llegaran a desaparecer por completo, siempre tendría una línea delgada de sudor por mi cuello haciendo que mi piel se vuelva pegajosa.

Usualmente, Valentina estaba despierta cuando regresaba, o apenas. Sus ojos estaban llorosos mientras me ofrecía una suave sonrisa, extendía las sábanas para que me metiera de nuevo en ellas. Por la tarde, me iba a casa por unas cuantas horas para cambiarme de ropa y ponerme al día con Guillermo, pero mi mundo se iba reduciendo; era tan solo una esfera en donde solo existíamos Valentina y yo, pasábamos juntas a través de las suaves noches y mañanas.

Me subí a su lado, mis brazos estaban alrededor de mi sudadera, estaba casi segura de que era de Valentina, pero parecía mía, ella se dio la vuelta y me tomó entre sus brazos.

—Buenos días.

Le sonreí.

—Buenos días, ¿te duele la cabeza hoy?

Ella negó con su cabeza.

—Nada que no pueda aguantar —Hizo una pausa y luego preguntó—. ¿Estás bien?

Le di una suave sonrisa dejando que mi mano se deslizara por su cintura metiéndola por debajo de su camisa para sentir su piel.

—Estoy bien. —Pude sentir las mentiras en mis palabras. Me había enterado en mi último análisis que mi cuerpo no estaba reaccionando del todo bien a las quimioterapias, iban a llevarme a una de esas clínicas experimentales. Y como Hazel decía (personaje del libro) esas cosas eran famosas en la República de Cáncervania por no funcionar.

Desvanecí los pensamientos de mi cabeza y cambié de tema.

—Estaba pensando...

Ella me dio una sonrisa ligeramente divertida.

—Oh, no.

Le saqué mi lengua en respuesta.

—Cálmate.

Su pequeña sonrisa perdió un poco de su alegría, pero no dejó de ser cálida.

—Dime, ¿en qué habías pensado?

—¿Te acuerdas de que en The Fault In Our Stars ellos se escribieron notas de despedida?

Ella asintió retorciéndose un poco entre mis brazos, inquieta como siempre.

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