Capítulo 12.

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Febrero 26 - Día 41

Después de la película, llevé a Valentina a comer hotcakes. Era un poco más de las 12 de la noche; las luces naranjas del comedor del restaurante hacían todo cálido, las mesas eran de plástico y estaban un poco rayadas, los asientos eran antiguos.

Había algunos drogadictos comiendo huevos con tocino en frente de nosotras y un grupo de adolescentes tranquilos que, a juzgar por la enorme cantidad de maquillaje en sus rostros, venían de alguna obra de teatro. En el lugar había más parejas que habían llegado tarde por su cena, supongo que Valentina y yo entrábamos en la categoría de «parejas».

—¿Hotcakes? —preguntó Valentina mientras cruzábamos la puerta del restaurante, siguiendo a la mesera hasta una pequeña mesa en la parte de atrás.

—Deberías de saber que los hotcakes son muy americanos —le dije sentándome en el asiento justo enfrente de ella, notando que la lámpara que colgaba le emitía a su rostro un resplandor acogedor. Me quité mi abrigo sintiendo todo tipo de calor en mi piel.

Ella sonrió y se quitó su chaqueta, tenía puesto una playera de color azul marino con algunos números impresos en el algodón de esta. En ese momento, descubrí que me gustaba la forma en que le quedaba toda la ropa que se ponía, de cómo se marcaban su cuerpo, su busto. Honestamente, me gustaba todo de Valentina.

—¿Les puedo ofrecer algo de beber? —preguntó la mesera con una gran sonrisa sincera.

—Un chocolate caliente, por favor —le respondí. Observe mientras escribía en su pequeña libreta.

Dirigí mi mirada hacia Valentina—. No quiero quedarme dormida contigo.

—Como si no lo hubieras hecho antes —dijo fácilmente y en ese momento, me puse a pensar cómo sería poder quedarme dormida a su lado todas las noches. Estar con ella siempre.

—¿Y tú? —le preguntó la mesera a Valentina, mientras nos miraba a las dos con diversión.

—Chocolate caliente —le respondió contenta con su orden. Me gustaba incluso cómo pequeñas cosas la podían hacer feliz, de cómo dejaba que sus emociones la envolvieran en una vibra diferente.

Ella asintió y se dirigió a la cocina con la nota de la orden que habíamos hecho.

—Estará todo listo en un minuto o dos.

Miré a Valentina quien tenía una enorme sonrisa en su rostro.

Me pregunté si vería más seguido ese tipo de sonrisas en ella, la forma en que sus ojos brillaban. A veces, la forma en que ella sonreía me hacía cuestionarme si tal vez Valentina veía el mundo diferente de como nosotros lo veíamos. Creo que, para ella, el mundo era un lugar donde los colores eran más brillosos y las cosas dulces eran aún más dulces.

—¿Por qué estás tan feliz? —le pregunté mientras dejaba escapar una sonrisa.

Su mirada se dirigió hacia la mesa y luego evitó mirarme como si estuviera avergonzada por algo.

—Bueno... Creo... que solo estoy feliz porque me gustan los hotcakes.

—Tienes razón, son deliciosos —le dije mientras estaba siendo cegada con el brillo de sus ojos. No había tomado ninguna bebida alcohólica, pero me sentía mareada con tan solo mirarla; a la vez, me sentía segura, tanto que me atrevería a besarla si ella correspondiera a mi beso.

—Entonces, Juliana... —comenzó a hablar colocando sus codos en la mesa y sus manos apretando la mesa—. Si supieras que vas a morir en cuatro meses, ¿qué te gustaría hacer? Algo que no hayas hecho nunca antes.

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