La Seu.

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- Coge algo de abrigo.

- ¿Donde vamos? - pregunte mientras preparaba la minimaleta para el fin de semana.

- A la nieve. No pongas esa cara, no vamos a esquiar.

Cuando llegamos a la Seu d'Urgell hacía un frío tremendo, había nieve por todas partes a lo largo de un riachuelo internado a los laterales de la carretera. Bajamos a hacer unas fotos y como siempre me volví pequeña. Disfrutaba como una enana y Daniel parecía feliz.

Paramos a comer en un restaurante recomendado por varias guías y he de decir que mereció la pena.
Cal Teo, tenia varias mesas pequeñitas, acogedoras dispuestas alrededor de una chimenea que creeme, me supo a gloria.
Pedimos un par de platos típicos. Cargols a la llauna (caracoles) (normalmente no me gustan y pienso ¡puaj! gomosos y con babas, pero esos estaban muy ricos cuando Daniel me obligó a probarlos) y Trinxat de la Cerdanya (eso si que me encanta).

Cuando salimos, nos acercamos al centro de la ciudad y paseamos cogidos de la mano. Alcanzamos un caminito que llegaba hasta una iglesia de estilo románico.

- ¿Nos casamos?

Mi cara debió ser un poema cuando escuché esas palabras en boca de Daniel.

- No tenemos anillo, ni testigos ni invitados.

- De anillos un par de donetes, de testigos cualquiera que se preste e invitados para que los queremos. Prefiero una boda intima.

- ¡Estas loco! Claro, y aparezco yo el lunes hola que tal, mirad mi anillo de casada.

- ¡Si! Venga va, ¡hagamos una locura! Te quiero y tu me quieres, ¡ casate conmigo!

No se ni como salí de esa. No sabia si estaba de coña o no. No volvimos a tocar el tema. Simplemente no supe que responder. Me quedé callada y continuamos andando.

Corazón OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora