365 días.

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Los días fueron pasando, Daniel y yo nos entendíamos a la perfección.
En todos los aspectos.
A veces, simplemente me acariciaba la espalda, me miraba, me besaba y al poco intensificaba el ritmo, mientras una de sus manos se posaba en la parte de atrás de mi cabeza y la otra en la parte baja de mi espalda. Eso bastaba para que quisiese tenerlo aún más cerca. Y al acercarme siempre notaba su "alegría" en el pantalón.
Me respetó hasta que yo quise que dejara de hacerlo. Y entonces me subió al cielo como nunca antes.

Me encantaba despertar junto a él, ojerosa y con el pelo recogido en un moño mal hecho y que me dijese que estaba preciosa.
Me gustaba que cuando me despertaba a media noche por el estrés, por el dolor o simplemente porque no podía dormir, se quedase despierto abrazandome y acariciandome el pelo y la espalda hasta que yo caía rendida.
Me encantaba hablar con el, mirarle, prepararle su plato favorito y verle sonreír.
Me enamoré hasta las trancas.

Pero el amor a veces no es suficiente.

Corazón OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora