1. ¿Nos fugamos esta noche?

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CAPÍTULO 1

¿Nos fugamos esta noche?

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MESES ATRÁS

Froy, el chico más apuesto del Internado Villasanta y quizá del mundo entero, me habló por primera vez esta mañana.

Yo estaba sola en la cafetería, sentada a uno de los mesones del recinto que parecía tener siglos de antigüedad. Amelia, quien se sentaba conmigo tanto a la hora del almuerzo como en cada clase que compartíamos, se encontraba fuera del internado por siete días. Ambas éramos la única amiga de la otra. Nadie se nos acercaba, la gente apenas nos dirigía la palabra.

Nuestra nula popularidad se debía a que Amelia contaba con un carácter que muchos consideraban insoportable, mientras que yo arrastraba la mala fama de ser una demente. Me gustaría decir que no lo era, pero mentiría. Estaba loca como una cabra.

Poco antes de que Froy apareciera frente a mí, yo me apresuraba en acabar el contenido de mi plato. La cafetería rebosaba de alumnos, quería salir de ahí cuanto antes. Odiaba los lugares demasiado concurridos. Eran nidos de víboras y de bravucones.

Froy no era conocido por ser un bravucón, pero sí que era un chico popular. Poseía las mejores calificaciones entre los alumnos del último año, se desempeñaba bien en diversos deportes y tenía una cara preciosa por la que la mayoría de las alumnas —y los alumnos también, por qué no— se derretía. Mi sorpresa fue enorme cuando lo vi caminar en mi dirección.

—¿Por qué tan sola, Cassia? —preguntó una vez que se halló a solo un metro de distancia.

Froy llevaba las manos dentro de los bolsillos del pantalón gris que los hombres del internado eran obligados a usar. Villasanta tenía códigos de conducta muy estrictos y anticuados, tanto nuestra vestimenta como nuestro comportamiento debían ser ejemplares.

—¿Sa... sabes mi nombre? —Me fue imposible no tartamudear. No podía creer que alguien como Froy se fijara en alguien como yo.

—Por supuesto que lo sé. —Emitió una risa tan ronca y atractiva que sentí mariposas en el estómago—. Hemos cursado juntos por años, Cassia. Por cierto, ¿dónde está tu amiga?

Estaba tan hipnotizada por la belleza de Froy que no pude responderle de inmediato.

—¿Hola? —Hundió el ceño y sacudió una de sus enormes manos frente a mi rostro—. ¿Hay alguien ahí?

Me obligué a salir del trance.

—Sí, sí, yo... —Me aclaré la garganta—. Amelia tuvo que ir a casa por unos días. Su abuela falleció.

—Vaya, lamento oír eso. —Froy dejó de sonreír—. Dale mi más sentido pésame cuando regrese.

Me limité a asentir como una tonta. No lograba asimilar que mantenía una charla con un chico, y no con cualquiera, sino con alguien tan apuesto como Froy. O bien era un sueño o se trataba de una alucinación provocada por la repugnante leche viscosa que sirvieron en el desayuno.

—No te ofendas, pero me alegra verte sola. —Froy rompió el silencio.

—¿De qué hablas?

—Todo el tiempo estás con Amelia, y ya sabes... ella no es muy amistosa que digamos.

Dolía aceptarlo, pero tenía razón. Amelia odiaba a todo el mundo excepto a mí, por ende, espantaba a cualquier persona que intentara acercarse a nosotras. No porque no quisiera hacer amigos, sino porque quería protegernos. Villasanta podía ser un infierno si no eras capaz de defenderte.

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