13. Un ardiente entrenamiento

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Las personas que acompañaban a Kirtan a bordo de las águilas resultaron ser policías de Averna y amigos del Círculo Gris. Ninguno de los miembros de la academia murió ahogado debido a la bruma generada por la mujer demonio, pero varios policías y sus águilas fueron alcanzados y no lograron emerger a la superficie. Al menos sus muertes no fueron en vano, pues los piratas lograron ser arrestados y, con suerte, pagarían por lo que hicieron.

En cuanto a la pura que yo misma apuñalé, esta desapareció apenas se sumergió en el mar. Lo más probable es que se convirtió en sombras y que se esfumó de regreso a Abisma. Muy inteligente de su parte, porque no habría tenido oportunidad contra la infinidad de híbridos montados en águilas que no fueron alcanzados por su manto de sombras.

Despedirme de las chicas con las que fui secuestrada fue más triste de lo que esperaba. Aunque solo estuvimos juntas unas horas, para mí se sintió como una eternidad. Pese a ello, ninguna teníamos la intención de volver a vernos. Todas queríamos olvidar la traumática experiencia que vivimos como rehenes de los piratas. Me habría gustado mantener el contacto con Estela, pero coincidía en que lo mejor era que siguiéramos con nuestras vidas como si nada hubiera pasado.

Regresar a la academia se sintió como volver a casa. Aún quedaba mucho por conocer, pero ya sentía que era mi hogar. Kirtan y Dash acordaron que yo necesitaba unos cuantos días de descanso, porque no la había tenido nada fácil desde que llegué al Infierno. Pasé al menos una semana comiendo en la habitación, leyendo libros de historia infernal, mirando por la ventana y tratando de olvidar los horrores que viví en los últimos días. Lisa y Darren intentaron visitarme, pero Kirtan no los dejaba. Asombrosamente, él estaba protegiéndome como nadie.

Kirtan venía de vez en cuando a preguntarme si estaba bien y luego se iba. Su tono seguía siendo poco amigable, pero ya no tan odioso como al principio. Su preocupación por mí, sumado al hecho de que no les permitía a Lisa y a Darren que me visitaran, aumentó la desconfianza que sentía por él. No podía quitarme de la cabeza la idea de que fue su culpa que yo acabara en manos de los hijos del abismo.

Días después de que comenzó mi reposo, la desconfianza se tornó insoportable. Necesitaba preguntarle si tuvo que ver en mi secuestro, así que lo hice.

Él vino a mi habitación como cada día para averiguar cómo me encontraba. Tocó la puerta un par de veces y abrió lentamente cuando vociferé un "adelante" algo tembloroso. Estaba nerviosa, sabía lo que me esperaba.

Kirtan entró en el cuarto con soltura, como si ya fuera una costumbre. Traía puesta una camiseta ajustada que acentuaba su figura masculina y atlética y que dejaba a la vista sus brazos tatuados. En sus manos de venas marcadas portaba una bandeja metálica con la cena. Los últimos rayos del sol infernal iluminaban sus ojos y los hacían arder en llamas.

—Te traje algo de comer —dijo con su tono indiferente. La seriedad de su rostro ya no me causaba terror, pero aún me inquietaba.

—Gracias —murmuré, incómoda.

Kirtan dejó la bandeja en la mesita de noche ubicada junto a mi cama. Respiré el aroma de su colonia y me estremecí. Reprimí el impulso de alargar la mano y de tocar su piel caliente.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, estaba tan incómodo como yo. No me trataba con cariño, pero tampoco con desprecio, lo que para ambos era extraño.

—Bien, creo.

—¿Lista para abandonar tu cueva? —bromeó con una media sonrisa. Me incendiaba por dentro cada vez que lo veía sonreír.

—Tú eres el que me confina aquí y el que no me permite recibir visitas —comenté, también sonriendo, pero mi sonrisa se borró al recordar lo que debía preguntarle.

Infernal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora