7. El beso del demonio

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CAPÍTULO 7

El beso del demonio

No podía moverme, lo único que hacía era llorar como una condenada. Me sentía inútil y culpable. De no ser por mí, Kirtan no habría sido capturado por la bestia. No debí pedirle ayuda para llevarme a la Tierra, debí volver por mis propios medios. Ahora, por mi causa, él moriría.

Las criaturas aladas seguían llegando de la nada. Eran tantas que ya no había forma de que sobreviviéramos... o eso pensé.

Largas y poderosas llamaradas incineraron a las bestias que se acercaban, todas eran atraídas por el fuego letal. Cada una cayó en llamas hasta que sus graznidos agónicos se apagaron.

Las llamaradas también cesaron. Aquel rostro hermoso que fue apartado de mí volvió a aparecer sobre el mío. Kirtan no solo se liberó de la bestia que lo capturó, sino que aniquiló a las demás que llegaron. Era admirable.

Mi visión se tornó borrosa. Sentía mucho sueño, pero luché contra la somnolencia. Sabía que, de quedar inconsciente, podría no despertar. Fui una ilusa al creer que ya no le temía a la muerte.

—Voy a levantarte —me dijo Kirtan en voz baja y agitada—. Te dolerá, pero trata de no gritar, ¿sí? Aún hay bestias en los alrededores.

Quise asentir, pero no pude. Kirtan me alzó en sus brazos y, aunque haya querido gritar, no tenía fuerzas para hacerlo.

Kirtan me llevó hasta la caverna ubicada en el monte. Una vez dentro, me recostó en el suelo y encendió una llama en una de sus manos para examinar mis heridas.

—Ahora voy a curarte —susurró—. Por más que te duela, trata de guardar silencio.

Kirtan se sentó a horcajadas sobre mis piernas. La luz del amanecer infernal contrastaba con su majestuoso cuerpo. Me habría excitado tenerlo sobre mí si nos halláramos en otro contexto, no conmigo al borde de la muerte.

Tras acomodarse, Kirtan puso sus manos en mis caderas y un ardor insoportable me alocó los sentidos.

Sus manos desprendieron llamas que me recorrieron de extremo a extremo. El dolor era mucho más intenso que cuando sentí las garras de la bestia clavadas en mi carne; era como ser sumergida en un mar de lava, pero, al mismo tiempo, sentía que mis energías eran restauradas y que la muerte se retiraba de mi organismo.

Llegó un instante en el que recuperé las fuerzas para gritar, y eso fue lo que hice. No pude evitarlo, el dolor que me provocaban las manos de Kirtan era una tortura.

Quise callarme, consciente de que atraería más bestias aladas, pero no lo conseguí. Ni siquiera podía moverme para cubrirme la boca. Kirtan no podía callarme tampoco, pues sus manos estaban ocupadas en mis heridas. No tuvo más remedio que recurrir a una medida extrema:

Me besó.

Mis gritos cesaron debido a la mejor de las distracciones posibles. Kirtan, el demonio que me odiaba, me estaba besando.

El dolor fue reemplazado por un placer imposible de igualar. Era como alcanzar el cielo, como volver a nacer. Quería más y más de Kirtan mientras nos besábamos, y era obvio que él también, porque no se apartó después de que mis heridas fueran curadas. Podía sentir que había sanado, pero él seguía ahí, con su boca pegada a la mía, con sus manos unidas a mis caderas, con su cuerpo presionado contra el mío.

Recuperé la fuerza en los brazos y los moví para abrazar a Kirtan mientras me besaba. Para mi sorpresa, él no se apartó. Pensé que tal vez era un sueño, porque nada se sentía real. Nuestros besos eran muy deliciosos para ser verdaderos. Nunca me sentí tan extasiada como ahora.

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