24. Ahora me perteneces [FIN]

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Corrí a toda velocidad por las calles aledañas a la casa de Kirtan con él siguiéndome el rastro. Descendí la cuesta que dirigía a la superficie y ya no oía sus pasos tras los míos, finalmente lo perdí de vista, pero juro que aún escuchaba sus gritos mientras llamaba mi nombre. Al diablo con él.

Me escondí en un callejón ubicado cerca del comienzo de la pendiente y las lágrimas volvieron a deslizarse por mi rostro. Se secaban muy rápido, como de costumbre desde que mi esencia infernal despertó, pero de todos modos llegaría a la academia con los ojos rojos e hinchados. Todos al verme se preguntarían qué pasó, pero ¿por qué seguir protegiendo a Kirtan? Ya estaba cansada de hacerlo. Por mí que se muriera de vergüenza una vez que todo el mundo se enterara de que nos acostamos. Sería el regalo perfecto de despedida.

No sabía cómo convencería a Dash y a los demás de dejarme partir, pero tenía que conseguirlo. No quería irme, eso sí. Amaba la academia, se convirtió en mi verdadero hogar. Nunca sentí que pertenecía a ninguna parte hasta que llegué a ella. No sabría cómo vivir sin las bromas de Lisa, sin la risa de Darren, sin la fraternidad de Rosson, sin la protección de Dash...

Pero podría vivir sin Kirtan. No lo necesitaba.

Retomé la marcha y las calles de Antorm se extendieron ante mí. Estaba muy lejos del centro de la ciudad y aún más lejos de la academia, ni en sueños tardaría menos de cuatro horas en llegar a pie. Los globos aerostáticos surcaban el cielo, así como las aves nocturnas con cantos que me asustaban en mis primeras semanas en el Infierno, pero ya no.

Me refugié en lo profundo de un parque solitario repleto de antorchas encendidas y llamé a Lisa. No quería molestar a Darren, no sabiendo que era el hermano de Kirtan. Por esta noche, no quería estar cerca de nada ni de nadie que me recordara a él.

Desperté a Lisa con mi llamada. Me disculpé y le pregunté si podía venir por mí, ella accedió creyendo que algo malo me había pasado. Sí que me pasó algo malo, pero no algo como lo que ella pensaba. Le envié mi ubicación y llegó a recogerme en su vehículo al cabo de treinta y tantos minutos en los que lloré hasta quedar sin lágrimas. Me dolía pensar en lo que compartí con Kirtan, en lo mucho que lo disfruté y en cuánto lo odiaba ahora.

—Por todos los infiernos, Cassia, ¿estás bien? —Lisa salió del auto muy preocupada y corrió en mi dirección para abrazarme.

Me derrumbé en sus brazos.

—¿Qué te pasó? —Ella acarició mi cabello.

—Kirtan. —Fue todo lo que dije.

Lisa rompió el abrazo y limpió mis lágrimas.

—Juro que voy a matarlo. ¿Qué te hizo?

Negué con la cabeza. Ya no ocultaría lo que pasó entre nosotros; Kirtan no lo merecía, pero no me quedaban energías para hablar al respecto. Me dolía hasta el alma.

—Solo vamos a casa, ¿sí? —solicité. Lisa accedió y entramos en el auto.

Las calles de Antorm, como siempre, estaban repletas a pesar de que ya era de noche. Los infernales, con sus estilos tétricos y estrafalarios, iban de un lado para otro.

—¿Qué hizo esta vez? —insistió Lisa mientras conducía por una calle dominada por torres ancestrales y otras remodeladas.

—Despreciarme, como siempre. —Fue mi única respuesta. Tal vez mañana me atrevería a contarle la historia desde el comienzo.

—¿Por qué tiene que ser tan despreciable? —inquirió Lisa, furiosa—. Te juro que no lo entiendo. Cuando intentamos quererlo, todo lo que nos entrega es rechazo...

Infernal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora