Capítulo 8: Un pequeño encuentro

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Cuando salimos de la junta ahora sí me dirijo a mi oficina junto con Eduardo que prácticamente es la misma porque nos divide una puerta. Caminamos en silencio que para mí se está volviendo súper incómodo cuando entramos al elevador.

Ambos nos miramos en el pequeño espacio pero ninguno dice nada aún. Y yo de mi parte no diré nada porque cada vez que hablo solo digo estupideces y más cuando estoy con él.

—¿Hoy tampoco dirá nada?—preguntó evitando mirarme.

—¿Y qué tendría que decirle señor?—pregunté cruzando mis brazos por debajo de mis pechos.

Él sin embargo se acerca a pasos lentos a mí sin perder nuestro contacto visual y yo más nerviosa de lo normal ¿Por qué es tan lindo? Pero no me dejo y camino unos pasos hacia atrás hasta que choco con una de las paredes del elevador.

—¿Qué va hacer?—le pregunto respirando profundo sin saber que hacer justo ahora.

—¿Qué usted quiere que haga?—me pregunta en un susurro y a centímetros de mi cuerpo.

Puedo sentir un calor inmenso por todo mi cuerpo cada vez que se acerca tanto a mí. Y las ganas que tengo de besarlo y sentirlo son inmensas.

—Dígame, dígame y hago lo que usted quiera—repite mirándome sin ningún pudor.

No sé qué hacer ni que decir cada vez que estoy junto a este hombre hace de mi lo que quiera y eso no está padre para nada porque sabe que tiene un gran poder sobre mí.

—No lo estoy entendiendo señor ¿Habla del trabajo? ¿O de...?—deje la pregunta en el aire porque sentí que hasta se me iba la respiración de estar tan cerca.

—No me contesté con una pregunta señorita Rodríguez—expuso alejándose un poquito de mí—. Pero creo que usted no tiene nada que decirme, así que podemos salir de aquí—ordena y sale del elevador a toda prisa.

¡Hay no! ¿Esto de nuevo? Y lo que me preocupa es que me está gustando todo esté abismo y sé que es mi área de trabajo y peor aún todo mi pasado con él. Pero no, mi corazón no entiende que cuando estamos solos tengo que huir de él, estar lo más lejos posible.

Se me ocurre ir al baño antes de entrar a mi oficina para ver cómo va todo con mi atuendo y es obvio para tratar de mantener la calma. ¿Pero qué estás haciendo Vanesa? Tú no eres así. Estoy perdiendo la cabeza, la razón y en fin todo.

Miro al espejo y observo mi reflejo en él. Si no estuviera necesitando tanto el trabajo lo dejaría con tal de yo estar más tranquila pero no, siempre uno cuando es independiente tiene que pensar en las consecuencias que les traerá primero.

Salgo del baño para luego dirigirme ahora si a mi oficina, tengo que mantener mi cabeza bien ocupada. Observo que la puerta de Eduardo está cerrada y eso me da un poco de tranquilidad. En fin me decido a entrar a mi oficina y todo está perfectamente ordenado, no está tan grande pero es muy sencilla y a mí me encanta la sencillez.

Escucho que suena el teléfono que está en mi oficina y procedo a contestar de inmediato.

—Si...—contesté un poco distraída.

—¿Si qué?—preguntó mi querido jefe por la línea—. Le recuerdo señorita Rodríguez que usted es mi empleada y por ende debe de cumplir con las reglas impuestas por la empresa—dice sin más.

¿Pero que hice o dije? ¿No será que está molesto por lo de hace rato? Respiro profundo sin aún decir nada y para tratar de dar una respuesta bien clara y sin ofenderlo aunque se lo merezca.

—Y cómo siempre no dirá nada, a veces siento que no la reconozco—murmuró con burla en su voz.

—Disculpe pero si le iba a responder. Lo que pasa es que no comprendo porque me dijo eso ¿Cuándo no cumplí las reglas?—le pregunté directamente.

Soy Voluptuosa ¿Y qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora