Capítulo 37: Hilo rojo del destino

4.9K 244 3
                                    

La reunión fue todo un éxito y oficialmente puedo decir que estamos preparados para el lanzamiento oficial de CaféVane, un sueño de Eduardo y mío que se convirtió en el regalo más significativo que he tenido.

Extraño tanto mi espacio, me siento tan perdida y no me gusta sentirme así, es saber que no tengo rumbo, no me siento bien en algunos lados y extraño de alguna forma ser como antes. Dónde reía, dónde no tenía ningún tipo de preocupación y... En dónde no me hubiese enamorado, porque el amor duele y se siente peculiar extrañar a alguien desde lo más profundo de tu corazón.

Cuando volví a reencontrarme con Eduardo tuve el pensamiento de alejarme lo más posible porque ya sufrí mucho en la vida y no pensaba sufrir otra vez por amor. Pero Dios y el destino saben por qué lo quisieron así.

Salí sin rumbo y ahora mismo estoy dónde todo empezó. En la universidad dónde fue nuestro primer encuentro y nuestro primer beso. Ya es media tarde y aquí estoy a las afueras de la universidad dónde todos los días lo esperaba para tomarnos un café, sin poder evitarlo hago el mismo recorrido con bastante nostalgia y recordando esos bellos momentos que fueron muy importante para mí.

Llegó a la cafetería y observo que todo está cambiado, pero aún siguen las mesas y sillas de aquel entonces y con lágrimas en los ojos y con los latidos del corazón rápido me siento en la misma silla que lo hacía antes pero sin él.

Me sorprende la humedad que cae con fuerza y vida propia, y es que yo no suelo llorar de esa manera, pero es que no lo puedo evitar, son muchísimos recuerdos. Las lágrimas se acumulan en mi labio y siento la sal y un ligero escozor, y de alguna manera siento pena por ese ser que sufre, el nudo en mis entrañas me revelan que soy yo y eso me desconcierta, porque las lágrimas salieron solas de solo recordar todos esos momentos y más que estoy muy sensible por lo de Eduardo y caen sin voluntad propia.

Paso mis manos por mi pelo repetidas veces y cierro mis ojos y colocó mi cabeza en la parte superior de la mesa por varios minutos.

Llorar no está mal. Ahora, dejar acumular todos esos sentimientos de nostalgia llega a punto en donde no puedes más y te derrumbas literalmente.

Levanto mi rostro cuando escucho la silla siendo arrastrada delante de mí y mis ojos se querían salir de órbita.

—Eduardo...—susurré más para mí qué otra cosa.

—¿Has estado llorando cierto?—me preguntó tomando mis manos y acariciando las mismas.

Nuevamente, siento ese nudo asfixiante en mi garganta y esas ganas inmensas de llorar y así lo hago delante de su mirada. Soy todo un caos.

—Ya no llores que me pones muy mal y no me gusta verte así, por favor—reveló limpiando mi rostro con sus dedos.

Respire aire profundo para tratar de calmarme y lo más probable de que ahora mismo me vea como un desastre con el maquillaje corrido y las ojeras por doquier.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabías que estaba aquí? No se lo dije a nadie, es más, no sé ni como llegué—le pregunté cuando me había recuperado del todo.

—El hilo rojo del destino me trajo a ti y hasta aquí. Y no voy a luchar contra eso, ya no, quiero ser feliz a tu lado—confiesa asintiendo.

Y mi corazón se infla de alegría al escuchar eso. Y mis emociones son inevitable, aunque no hago ningún gesto porque todavía no me lo creo, estoy cómo en un sueño de esos tantos que imaginé con él.

—Nosotros dos estamos destinados a estar juntos, a pesar del tiempo y de las circunstancias, siempre, siempre tendremos en nuestros dedos el hilo rojo del amor y que más verdad ahora que nos volvimos a encontrar después de varios años—explica sonriente y también emocionado.

Soy Voluptuosa ¿Y qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora