Capítulo 23: Hipocresía

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Y si, se cumplió todo lo que dijo anoche y hasta más. Eduardo estaba súper celoso. Ni quiso saber nada más de Javier.

Pero hoy vamos a comer con la familia de Eduardo y no me pude negar para nada. Y mi atuendo consiste en un vestido blanco con escote bajo y unas zapatillas de color negro y mi cabello suelto. Anoche Eduardo no dejo que me fuera de su casa y justo en la mañana envío a comprarme algunas cosas para estar lista a tiempo.

—¿Estás lista?—preguntó mi jefe con una enorme sonrisa.

—Sí, vamos—comenté tomando su mano.

Salimos de su departamento, yo un poco nerviosa porque dar este paso para mí es algo bien enserio y Eduardo me ha apoyado en todo.

(...)

Llegamos a la lujosa mansión de los padres de Eduardo y tengo que admitir que es grandísima y súper moderna. A mí me ha encantado.

Eduardo toma mi mano para dirigirme al interior de la casa. Tomo un respiro profundo parar tratar de calmar un poco mis nervios.

—Tranquila, ya conoces a mi padre y mis hermanas. Sólo sé tú—murmuró con una sonrisa.

—¡Claro! Para ti es fácil decirlo...—susurré poniendo los ojos en blanco.

Llegamos a un gran comedor donde todo estaba colocado perfectamente. También observo que bajan las escaleras las gemelas y el padre de Eduardo seguido con una señora que de seguro es la madre de mi jefe.

—Buenas noches familia—saludo Eduardo.

—Vanesa, ¿Cómo le va?—me pregunta Emilio en un cálido abrazo.

—Muy bien, observando la magnífica casa—dije sonriendo y de igual manera saludando a las hermanas de Eduardo.

La señora se acerca a Eduardo y lo abraza, luego pasa por dónde mí y me mira de arriba hacia abajo.

—Hola, soy Elena la madre de Eduardo. Un gusto en por fin conocernos—agregó.

—De igual manera señora, soy Vanesa—respondí.

Pasamos a la gran mesa, Eduardo se sienta al lado mío y nos sirven nuestras comidas.

—Querida, ¿Está bien la porción de comida?—preguntó Elena mirándome fijamente.

Observo mi plato y luego a Eduardo que hace la misma acción.

—No te preocupes que en la cocina tenemos más—susurró y me quise morir.

—Así está más que bien—murmuré con un poco de vergüenza.

Oye que soy Voluptuosa pero no es como que coma tanto.

—Entonces trabajas con mi hijo en su proyecto—expresó Elena tomando de su copa de vino.

—Sí, yo me encargo de toda la publicidad para CaféVane—comunique mirando a Eduardo que no ha quitado su mirada de mí.

La madre de Eduardo asiente y come de su plato cómo todos en la mesa.

—Familia quise presentarles a Vanesa porque es una persona maravillosa y oficialmente es mi novia—comentó mi jefe dándome un beso en mis labios.

Inmediatamente Elena empieza a toser y a ponerse un poco incomoda, todos en la mesa le miramos pero ella aún no ha dicho nada.

—Querido puedes acompañarme un momento—expuso la madre de Eduardo al señor Emilio.

—Por supuesto—dijo y ambos salieron.

Trago fuerte saliva y pareciera que la noticia no le asentado nada bien. Eduardo toma mi mano por debajo de la mesa y en ese entonces puedo sentirme un poco más calmada.

—¿Dónde está el baño?—le pregunté en un susurro.

—A la derecha en la segunda puerta ¿Quieres que te acompañe?—me señala en la dirección antes mencionada.

—No, vuelvo en unos segundos—dije y salí corriendo.

Sólo necesito respirar y cerrar los ojos por unos minutos y saber comprender la situación. Pero cuando voy por el gran pasillo escucho cómo una pequeña discusión entre la madre y el padre de Eduardo. Me gana mi instinto de escuchar más y me acerco un poco para tratar de oír todo lo que dicen.

Eduardo no puede estar con esa mujer ¿Acaso no la has visto? ¡Tienes que hablar con tú hijo pero ya! Yo no puedo permitir que mí Eduardo este con ella.

Escucho que murmura Elena un poco sobresaltada.

Mira, estoy haciendo un esfuerzo sobre humano para tratar de controlarme pero es que así no puedo. Esa mujer será el ridículo de mi hijo.

Llevo mis manos a mi boca por lo asombrada que estoy y por escuchar todo lo que esa señora piensa de mi. Respiro profundo y voy al baño porque ya escuché bastante y es que no voy a durar ni un segundo más aquí, ya veo que las personas de mi clase no son bienvenidas.

Voy directamente dónde Eduardo y tomó mi bolso.

—Me iré...—comunique un poco molesta.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasó?—pregunta él confundido.

En eso llegan nuevamente los padres de mi jefe y escuchan la pequeña escena entre los dos.

—Escuché que te ibas, ¿Por qué? Si todavía queda el postre y me imagino que eso te gusta y mucho—interfiere Elena con una sonrisa que más bien diría que forzada.

—Sí, me fascina el dulce pero prefiero disfrutarlo a solas. No me gusta compartirlo con cualquier persona—respondí observando fijamente a la madre de Eduardo—. Pero disfruté mucho la cena y espero que se vuelva a repetir—dije.

Y perdón pero si esa señora creé que me alejaré de Eduardo simplemente porque a ella no le gusta esté monumento pues se equivoca porque seguiré con ese hombre hasta que él me diga lo contrario.

—Mi amor te veo mañana en la oficina—expresé y besé sus labios—. Y no te preocupes, tomo un taxi... No olvides que te amo y disfruta por mí el postre que preparó tú madre especialmente para mí—expuse y salí de ahí no sin antes despedirme de todos.

No es la primera vez que recibo ese rechazo pero ombe si ella me lo hubiera dicho directamente pues muchas cosas cambiarían. Le dejaría bien en claro que Eduardo y yo estamos juntos porque nos amamos sin importar absolutamente nada.

Pero creo que ella y yo no nos vamos a llevar bien porque yo no estoy dispuesta a renunciar por el amor de Eduardo.

Pero creo que ella y yo no nos vamos a llevar bien porque yo no estoy dispuesta  a renunciar por el amor de Eduardo

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