Quince

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—¿Dormiste? —Su cara de orto reapareció. Puso sus ojos en blanco, tenía la misma cara que cuando le cuestionaba si comía. Sonó la alarma de mi celular. Era hora de mi decima octava medicación.

Estaba harto de tomar antibióticos y pastillas de verga.

Me levante y camine hasta el cajón.

—¿Qué estas haciendo? —Corrió hasta mi lado y me freno el andar. —Sos un porfiado ¡¿Qué te cuesta pedirme que te las alcance?! ¡¿Querés que se abra la herida?

Lo mire a los ojos, su mirada cambió, se torno dócil y sumisa. ¿Me tenia miedo?

—No me toques— le amenacé. Tardo en sacar sus manos de mi pecho y se alejó dando unos pasos hacia atrás. —No vuelvas a tocarme.

[...]

A la semana ya podía caminar. Pero no podía trabajar ni realizar movimientos bruscos por lo que me tenía que fumar las reuniones embolantes de Noa y sus socios.

Noa había estado en la fuerza militar. Pero se retiró antes de poder recibir un título como tal. Aun así, a pesar de nunca haberse vuelto un hombre de las fuerzas armadas seguía en contacto con los altos mandos, trabajaba para ellos, era quien realizaba los actos ilegales para las fuerzas armadas del servicio militar.

Estar entre gente tan estructurada y correcta como los militares me daban por las pelotas. Me parecían seres repugnantes. ¿Qué necesidad tenían de ser tan estructurados y peinarse tan bien? Me irritaba, me irritaba que sean tan prolijos y que sean tan pero tan correctos. Era toda una fachada. Me resultaba irónico que sean así porque al fin al cabo la única diferencia entre ellos y yo. Era la legalidad en un papel. Ambos matábamos gente, quitábamos vidas de seres que no tenían por qué morir.

A mí me daba igual, pero me daba bronca, porque ellos no iban presos, y yo podía terminar el resto de mi vida pudriéndome en la puta cárcel.

Sasha me miró, algo confundida, le devolví la mirada.

—¿Vas a terminarte eso? —Preguntó. Mire mi Naranja. Negué con la cabeza.

León, quien estaba sentado a mi izquierda, frunció su ceño.

—No estas comiendo mucho.. —Puso su mano en mi hombro, y presionó mi clavícula. Antes no había rastro alguno de mis clavículas, era puro musculo, pero la verdad era que la cirugía y el estrés me habían cerrado el apetito por completo.

Hacia una semana que lo único que había comido habían sido manzanas, una naranja y una banana y se me hacía imposible terminar algo de un bocado.

—Se te empieza a notar jefe...

—Si ya sé, voy a hablar con mi doctor. —Saque un cigarrillo. No me sentía agotado, solo me preocupaba perder masa muscular y por ende fuerza para poder matar.

Bill paso caminado junto con Carlight a lo lejos. Fruncí mi ceño, ¿Por qué Bill cargaba dos cajas y la seguía por detrás? La muy zorra lo usaba de carga de mula.

Me levante, y comencé a seguirlos.

No logre alcanzarlos hasta que se metieron a la habitación de Carlight, frene la puerta justo antes de que se cierre.

—Que mier... —Las uñas largas de Carlight abrieron la puerta de par en par. Su perfecta cara estaba deformada del espanto. Aun así debía reconocer que su maquillaje estaba intacto. Detrás de ella, estaba Bill junto a la cama dejando las cajas sobre la cama de ella. —¡¿Se puede saber qué querés?!

—Lo necesito. —Ella puso sos ojos en blanco.

—¿No ves que lo estoy usando? —Levante mi ceja derecha. No pudiendo procesar la estupidez que acaba de decir.

Power, guns and Control- Segunda parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora