Doce

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Sonidos lejanos, ruidos secos, golpes secos...

Oscuridad.

Voces... ¿Voces?

Mis ojos se cerraron, y los suyos aparecieron en la inmensidad de mi mente oscura, iluminados, y resplandecientes. Sus ojos verdes seguían ahí, mirándome de forma fija.

Oscuridad.

Encendí la canilla de agua, no viéndola, sino sabiendo que estaba allí. El ruido del chorro de agua logró despabilarme un poco, mojé mis manos, pero...

Mis parpados cayeron nuevamente.

Bum...bum...bumbum...bum...bum...bumbumbumbumbumbumbumbum


Me duele el pecho... me duele... me pesa.... me molesta la cabeza.

¡Bumbum..bumbumbum..bumbumbum!

No veo nada... no puedo ver... me duelen los ojos.

BUMBUMBUMBUMBUM

BUM

BUM

BUM

BUM.

Me siento mal...

—Mmmhh...—¿Por qué mi lengua no se mueve?

Oscuridad absoluta.

[...]

El choque de adrenalina me devolvió a la vida en un segundo. Abrí mis ojos.

Tenía mucha sed.

Me encontré a mí mismo desplomado en el cubículo del baño, manchas enormes color amarillo rompían mi ropa dándole un aspecto a podrido y no tardé ni un segundo en notar la viscosidad en mi piel mojada.

Observé delante de mí, la lavandina estaba totalmente desparramada en el suelo.

Vi el cepillo de inodoro y varios trapos también tirados por el suelo.

Se suponía que yo estaba lavando este baño. Me desmayé lavando un baño. Patético.

Me levanté, totalmente acalambrado. Necesitaba ducharme, y un buen desayuno. Extrañaba los desayunos de Simone.

[...]

El agua caliente se sentía tan bien, mi piel parecía necesitar quemarse con agua para revivir. Podría quedarme horas, pero la verdad era qué no podía seguir quedándome en la ducha, me había desmayado por dos horas, lo que significaba que tenía dos horas menos para lavar todos los baños de este lugar.

No tenía tiempo para holgazanear.

Sasha me había prestado una toalla, por lo que me sentía sumamente agradecido. No tenía nada, ni siquiera tenía ropa para reemplazar la que había arruinado con lavandina.

Abrí la puerta del baño, Tom me miró, parado junto a toda la ropa sobre su cama, secándose. Me quedé petrificado.

Corrí y quité toda la ropa de su vista, ocultándola de forma inútil de sus ojos.

—¿puedes darme un minuto? — La ansiedad me mataba. No toleraba su forma de mirarme. —Necesito cambiarme.

¿Vas a usar esa ropa mojada?  Preguntó, acercándose para tocar un pedazo de pantalón que colgaba por mi brazo. Me alejé de él topándome con la mesita de luz. —¿Qué le ocurrió a tu ropa?

Power, guns and Control- Segunda parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora