-Uno.

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Abrí el grifo de la bañera, y me senté al borde de esta a esperar a que se llenara. El fuerte ruido del agua al caer se fue volviendo cada vez más profundo, no tardaría mucho en llenarse. Cerré mis ojos, permitiéndome descansar la vista unos segundos. La verdad era qué, cuando duermes escasas horas al día, tus músculos oculares resultan gravemente perjudicados. Muchas de las veces, me encontraba a mí mismo viendo de manera borrosa, sin contar qué mis ojos lagrimeaban, y cuando no lo hacían, se sentían extremadamente secos. Problemas de una persona con insomnio.

El suave ruido del agua caer me traía recuerdos, recuerdos de cuando las olas mojaban mis pies, de cuando dormía en cabañas en el medio de la playa, cuando podía disfrutar del agua. El agua transparente, los ríos hermosos, las cascadas en el medio de las montañas, cómo extrañaba viajar. Daria lo que fuera por viajar. Extrañaba escapar a algún remoto lugar del mundo para disfrutar de la naturaleza, en especial de los lagos.

En el agua, unas manos me sujetaron, y fueron ellas quienes nos acercaron hasta qué nuestros rostros se unieron en un beso ahogado.

Mi primer beso bajo el agua.

Sus ojos verdes me miraron.

Sonreí.

—¿Bill? —Llamó Simone al otro lado de la puerta del baño. Abrí mis ojos de forma leve, sin moverme, puse la mirada en la bañera, el agua estaba a punto de caer. Cerré el grifo a toda velocidad para evitar qué rebalse. Simone golpeó la puerta con sus nudillos. —¿Todo bien ahí? ¿Puedo pasar? ¿Estás presentable?

—Un momento. —Dije, vaciando la bañera solo un poco, así no se rebalsaría al momento de tirarme en ella y evitaría inundar el baño. Caminé hasta la puerta, tenía la toalla en mi cintura, pero de igual forma no quería que me viera. Todavía las tenía. Abrí la puerta, asomándome por ella. —¿Pasó algo?

—Oh, no, nada urgente. Sólo quería hacerte saber qué ya casi está la comida, esta noche hice una cena completamente vegetariana, sin nada de carne. —Oh, no. El tema de la cena otra vez. — Quería consultarte si... bueno, ya que estoy poniendo la mesa... —Sus manos se movían nerviosas, de forma repetitiva siempre que tocaba el tema. —¿Tienes idea de si esta noche vendrá a cenar?

Me partía el alma verla así.

—Oh, lo siento Simone. —Sus ojos estallaron de tristeza al oír mis palabras. Por el contrario, su rostro no lo demostraba. —Hablamos hace un rato, estaba ocupado trabajando, realmente quería venir, pero otra vez se le hizo tarde. — Mentí. — Pero, te manda saludos. —Cómo respuesta sólo recibí una sonrisa amable. Yo sabía captar sus verdaderos sentimientos porque hacía meses que vivía con ella, de no ser así, me comería el acto de mujer feliz.

—Oh, bueno, que se le va a hacer. ¡él se lo pierde! —Al instante logró falsificar una risa qué de auténtica no tenía nada. Se dio la vuelta y se marchó hacia la cocina. —¡Apúrate con ese baño que muero de hambre niño!

Cómo nadie en este mundo, Simone acostumbraba llamarme y tratarme cómo si fuera un niño. Era grande, pero supongo que, ante sus ojos, al tener la misma edad que Tom, debía de verme como un bebe.

Dejé la toalla en la tapa del inodoro, y proseguí a hundirme en el agua. No había nada que me calmara tanto cómo sumergirme en el agua. Un nuevo habito qué había adoptado tras dejar las drogas de forma forzosa. Sumergirme en el agua una vez por día, era la única forma en la que había logrado calmarme durante mis ataques de abstinencia. Sin darme cuenta, se volvió mi lugar de paz.

Power, guns and Control- Segunda parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora