I. El origen

12.6K 211 15
                                    


Barcelona, 12 de diciembre

Bienvenida a la maravillosa —tragicómica— vida de Blanca Rodríguez. Es raro hablar de una misma en tercera persona, pero a veces mirar desde fuera los hechos que suceden en tu vida es la mejor manera de afrontarlos. La Blanca que existía antes del mes de septiembre y la que está escribiendo estas líneas no es la misma. Nueva ciudad, cambio de carrera, ruptura sentimental... Toda una vida planificada que se esfumó en cuestión de días. La decisión de dejar la carrera de ADE+Derecho conllevó una serie de consecuencias colaterales.

Mis padres me apoyaron en la decisión de estudiar otra carrera. La sorpresa es que quería estudiar moda en Barcelona. Siempre había soñado con estudiar en la Escuela superior de Diseño, pero esos sueños quedaron aparcados cuando mi nota de selectivo cumplía sobradamente la media para entrar en la carrera que mis padres y mi novio querían que cursara. Rodrigo era el "novio" perfecto: atento, cariñoso, buen estudiante. Atractivo, muy atractivo. Aún nos quedaban 4 años para acabar la carrera, pero luego viviríamos juntos. Qué ironía. ¿Cuánto tiempo nos pasamos hablando de un futuro que nunca existirá? Es incontable.

Cuando hice la matrícula en la Escuela de Diseño no era consciente del giro que iba a dar mi vida. Rodrigo no se planteaba una relación a distancia. Vino a mi casa una tarde de verano con una caja llena de ropa y objetos míos. Adiós a años de relación.

Mentiría si os digo que no fue duro, pero eso es algo que no quiero contar ahora. Empecé a buscar pisos cerca de la Escuela de Diseño. Todo estaba muy por encima de mi presupuesto, hasta que mi madre contactó con la madre de Sara. Ella era estudiante de Bellas Artes, tenía mi edad pero no estudiamos en el mismo colegio.

Vivía sola en un buen barrio de la ciudad y mi madre vio el cielo abierto cuando acepté a compartir piso con ella. Dividiríamos los gastos y nuestras madres más tranquilas. Después de dos meses aquí, fue una de las mejores decisiones. Dejar Valencia fue doloroso, pero estos días en casa me han devuelto la energía para seguir adelante con mis proyectos aquí.

Te preguntarás por que estoy contando todo esto. Solo te estaba poniendo en antecedentes porque aquel incidente daría otro vuelco en mi vida.

La llegada a Barcelona fue dura. Sara me acogió bien en el "piset". Dos chicas valencianas de 20 años interesadas por el arte y la moda. Tuvimos que vivir juntas para darnos cuenta de que nos parecíamos bastante. Sorpresas de la vida. Me costó adaptarme a la rutina. La Escuela era tal y como la imaginaba. Los profesores exigentes desde el primer día. En la segunda semana nos pidieron diferentes pruebas: bosquejos, pruebas de pequeños diseños, muestra de redes sociales, asesoría de diseño en casos prácticos.

Como simple recordatorio, estamos en primer año.

Nos pidieron todo eso y antes de que suplicase un tierra trágame, vinieron las buenas noticias. Esos pequeños ejercicios servían para adjudicar los destinos de las prácticas. A diferencia de otros centros, el grado combinaba prácticas desde el primer año. La profesora me felicitó por mi buen trabajo en cada uno de los ámbitos. Mi sitio de prácticas era Gaia. En noviembre nos contactaron vía e-mail y nos hicieron una entrevista online. El nombre de la marca era el mismo que el de mi jefa. Me dieron la dirección y me informaron que el día 1 de diciembre debía incorporarme en el horario que me indicasen desde la Escuela.

No te negaré que estaba muy ilusionada con lo de las prácticas, me veía como la protagonista de una serie de Netflix, pero evidentemente esto no era una ficción. El recibimiento fue bueno, Gaia me enseñó las instalaciones, me explicó como funcionaba cada departamento y me asignó al departamento de asesoramiento. Iba a ser la ayudante de la ayudante. A efectos prácticos: preparar cafés, disponer los documentos para las reuniones, contestar correos electrónicos, gestionar redes sociales, etc. Siendo sinceros, esto no se distanciaba tanto de unas prácticas en abogacía, pero estaba estudiando lo que quería. ¿Eso es lo que importa, no?

El tercer piso (Pablo Gavi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora