XXVII. Pruebe suerte la próxima vez

1.8K 101 2
                                    


10 de febrero

Ni yo misma entendía que hacía parada en frente de su puerta. Pero aquí estaba, dispuesta a devolverle el móvil y a hablar con él. Después de jurarme que no quería verle ni pensaba darle explicaciones. Las llaves sonaron en la cerradura y pensé en salir corriendo pero ya era demasiado tarde.

Él se quedó mirando fijamente y no dijo ni una sola palabra. Se apartó de la puerta como esperando que yo entrase.

Pasé y los recuerdos de esa noche me vinieron a la mente. Él probablemente lo adivinó, hizo que me girara a propósito para mirarlo a él y no al sofá.

-Blanca, lo siento mucho.

-Pablo, acepto tus disculpas, pero he venido a devolverte este móvil. Sabes que no lo necesito.

Mantuve la caja entre nuestros cuerpos pero no mostró ninguna intención de aceptarlo.

-Es un regalo, es tuyo. No me lo devuelvas, por favor.

-No me hace falta, de verdad. Si no lo aceptas, se lo daré a Gaia para que te lo devuelva.

-Sabes que ella no haría eso ¿verdad?

Me quedé callada. Sabía que Gaia lo conocía más a él.

-Lo siento mucho Blanca, no sé cómo actuar con los sentimientos que tengo, esa es la verdad.

No sabía que responderle, en sus ojos veía sinceridad, pero mi mente seguía convencida de que lo mejor era no seguir conociéndole.

-Lo mejor es cada uno siga su vida, ninguno de los dos merece pasarlo mal.

-Lo dices como si esto fuese una despedida, Blanca

-No voy a negarte el saludo si te veo en la escalera, pero creo que es hora de reconocer que ni yo estoy preparada para volver a tener algo ni tú quieres atarte a nada ahora mismo.

-Está hablando tu miedo Blanca. La he cagado, lo reconozco. Sigamos como antes, sin etiquetas.

Negué con la cabeza.

-Que seas muy feliz Pablo, tengo que volver al trabajo.

Me acerqué a la mesa y deje el móvil allí y caminé hacia la puerta, él se apresuró a cerrarla.

-Por favor, no me hagas confirmar que tu edad mental sigue siendo menor de dos cifras.

-¿Y este vacile gratuito?

-Solo quería suavizar la situación.

-Prométeme que volveremos a vernos y te dejo salir.

-Te lo prometo.

Pablo sonrío y se apartó a un lado, pero cuando me moví para salir volvió a cerrarme el paso.

-¿Qué haces?

Sus manos rodearon mi cintura y apoyó su barbilla en mi hombro. Se me erizó la piel al volver a sentir su piel con la mía.

-Tengo que irme, Pablo

Él apretó más fuerte sus manos y giró la cabeza, nuestras bocas estaban a pocos centímetros. Él esperaba mi aprobación pero en el momento en que su boca iba a rozar la mía giré la cara.

-Pruebe suerte la próxima vez.

-Eres mala

-Ya te he dicho lo que siento. No olvido lo que pasó.

-¿Nos veremos?

-Si me dejas volver a la oficina, sí.

-Vuelve cuando acabes de trabajar y hablamos.

-Tengo que volver a casa.

-¿Mañana?

-Mañana cuando acabe de trabajar.

Su cabeza asintió y se separó ahora sí de la puerta y de mi cuerpo.

-Nunca me voy a dar por vencido ¿lo sabes?

El tercer piso (Pablo Gavi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora