XXXVI. Sin señal

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7 de febrero

POV Gavi

-La próxima vez que bajes te pongo a trabajar.

Crucé mis brazos y me senté en la silla de nuevo.

-¿Por qué le has dejado que no venga a trabajar?

-Le he dado unos días de descanso, Blanca me ha hecho bastantes favores desde que llegó aquí, creo que es la única que tendría derecho a pedírmelo si quisiera.

-Tengo que recuperar lo que teníamos Gaia, tienes que ayudarme.

Ella sonrió.

-Para ser tan orgulloso, reconozco que esto está afectando más de lo normal. Dale tiempo y espacio. Espera unos días que se pase el enfado e intenta hablar con ella.

-¿Me avisarás cuando venga?

-Sí, tranquilo. ¿La has llamado?

-Sin parar y no me contesta.

-Calma.

-Mañana volamos a Madrid, por favor avísame si vuelve.

Pensé en ir a su casa mil veces, pero sabía que ser impulsivo no me iba a traer nada bueno, pero aún así pensé en que si nos alejábamos no tendría ninguna oportunidad de recuperarla.

2 días más tarde...

POV Blanca

Estaba harta de estar en casa como una ameba, así que avisé a Gaia que hoy volvería a trabajar. Ella me insistió en que me tomase el tiempo que necesitase, pero creo que era hora de volver a mi rutina. En el metro intenté contar las paradas que quedaban hasta mi destino, pero alguien me sacó de mi enajenamiento. Era una chica alta con el pelo azul y una sonrisa perfecta. Vi que se acercaba a mí pero no lograba recordar su nombre.

-Blanca, ¿estás bien?

-Sí, sí, gracias.

-Estás un poco pálida. Soy Luna, voy contigo a clase de Fundamentos del Arte.

-Sí, te recuerdo.

-El pelo, verdad. —sonrió— ¿Vas a la uni?

-No, en realidad voy a mi trabajo. Hoy no tenía clase por la mañana.

-Espero que sea leve, yo vuelvo a la biblioteca. Estar en casa trabajando me deprime. Deberías venirte algún día a tomar cervezas con nosotros.

-Sí, claro, avísame a la próxima.

La siguiente parada era la suya, así que se despidió y salió de allí. En los últimos meses, no había socializado apenas con la gente de la uni y me sentía mal. Me había centrado demasiado en Pablo y ahora empezaba a ver las consecuencias desde que me había autoimpuesto dejar de responderle. Quizá no era tan buena idea dejarme llevar tan pronto con otra persona, qué ilusa he sido.

Salí del metro y todo permanecía del mismo modo, a veces nuestra vida parece desmoronarse, pero el resto del mundo sigue igual. Es una verdad dura y hay que aceptarla. En el fondo me dolía saber que dentro de unos meses me enteraría que Pablo está con otra chica, una modelo, alguien de su nivel. Todos estos pensamientos fueron interrumpidos por una mano en mi hombro.

-Señorita Blanca, ¿no me escucha?

El portero me impedía el paso, pero yo hice un amago de apartarme. En el segundo siguiente frené en seco. Qué maleducada, Blanca.

-Perdona, estaba pensando en mis cosas y no te había visto.

-No se preocupe, señorita. Solo que necesito que se espere aquí un momento.

¿Gaia tendría paquetes que recoger? No era la primera vez que llegaban a la portería en vez de a la oficina.

-Aquí tiene un pedido para usted.

-¿Para mí?

-Sí, para usted señorita.

-¿Sabe quién es el destinatario?

-Ni idea, señorita Blanca, ya sabe que yo soy un mandao.

-Vale, muchas gracias.

-Que pase buena tarde.

Subí a la oficina y había poca gente trabajando. Algunos tenían reunión y estaban dentro de la sala y Gaia no estaba en su despacho. Me senté y después de revisar el correo de la empresa, me dispuse a abrir el paquete. Cuando vi el contenido no dude ni un segundo en saber quien era el destinatario.

Un post-it acompañaba a la caja rectangular:

Como no me respondes el teléfono, he decidido regalarte uno. Tiene mi número guardado ya. Blanca, déjame al menos que te explique que paso esa noche.

La caja del iPhone permaneció sobre la mesa varios minutos antes de que yo decidiese abrirlo. Al principio dudé en quedármelo, pero no iba a aceptar algo así, ya había tomado la decisión de acabar con esto, así que lo llamaría y se lo devolvería. Fin de la fiesta.

Me puse a hacer cosas del trabajo aunque miraba de reojo el móvil. Estaba encendido pero no había ninguna llamada. Después de una hora mirando cada cinco minutos al móvil, lo llamé, pero no había señal. No me respondía.

Lo que faltaba, cuando me decido, él no me coge la llamada. Quizás era la señal para meditar más mi respuesta.

Seguí trabajando y volví con el móvil nuevo en el bolso a casa.

Lo comenté con Sara y ella me dijo que obviamente me lo quedase más allá de lo que decidiese con Pablo, pero no me parecía justo.

Justo cuando iba a ir a dormir, el móvil vibró. Varios mensajes de su número aparecieron en pantalla.

Blanca acabo de llegar a casa, ayer jugamos un partido en Madrid. Me has llamado cuando estábamos volando hacia Barcelona.

Te juro que no es una excusa.

¿Te gusta el móvil?

Apostaría del 1 al 10 que un 10, pero vas a decirme que no para llevarme la contraria.

Ese último mensaje me sacó una sonrisa.

Cogí el móvil y me quedé mirando sus mensajes. ¿Y ahora qué?

El tercer piso (Pablo Gavi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora