Parte 13: La mascota

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Lincoln se despertó un día como cualquier otro. Se estiró, se dio un baño, se rasuró, se lavó los dientes y se vistió para una nueva aventura. Después de saludar a varios miembros de su familia, Lincoln se hizo su propio desayuno. Unos buenos panqueques con miel siempre le alegraban el día a cualquiera. Sin embargo, lo que cambió fue algo que Lincoln no se esperaba para nada. En primera, porque había ocasiones en las que aumentaba de nivel durante la noche mientras dormía, pues incluso descansar adecuadamente te podía dar puntos de experiencia, especialmente si regresabas a tu hogar después de un día ajetreado con combates. En segunda porque esa clase de habilidad no era parte de las habilidades de un slime, al menos eso pensaba Lincoln. En tercera, porque en realidad no pensaba que hubiera nada fuera de lugar, pero cuando él y Lana terminaron de desayunar, Lana lo miró con cara de extrañeza.

- ¿Qué pasa? -cuestionó Lincoln, intrigado- ¿Tengo algo en la cara?

- No... .murmuró Lana, viéndolo en la cabeza- Pero sí encima de ti.

Lana señaló un punto arriba de Lincoln. El albino levantó la cabeza, pero no vio nada.

- No -explicó Lana- Está pegado.

Lana acercó su mano a la cabeza de su hermano, algo sonrojada pues estaba demasiado cerca. Sin embargo, rápidamente retiró la mano.

- ¡Se escapa! -exclamó Lana, viendo todo alrededor de Lincoln tratando de atrapar lo que fuera que hubiera visto.

Lincoln se empezó a mover como si hubiera una cucaracha en el suelo, intentando encontrar la fuente de la inquietud de la mecánica. Después de unos segundos de confusa búsqueda, Lincoln por fin pudo ver lo que había llamado la atención de su hermana: Algo azul estaba corriendo por sus ropas. Incluso sintió como se movía por su cuerpo, causando la desagradable sensación de que un bicho caminaba dentro de sus ropas.

- ¡Ey, ey, ya basta! -gritó Lincoln, más por instinto que por otra cosa.

De repente, la cosa azul se detuvo. Lincoln se quedó quieto, sin creer que en realidad la cosa se hubiera detenido. Lana también dejó de moverse y miró con precaución lo que fuera que fuese esa cosa.

- ¿Qué es eso?

Lincoln no respondió. Lentamente, acercó su mano a la cosa. Sin siquiera dudarlo, la cosa se subió a la mano de Lincoln de un salto. El albino se alarmó un poco, pero al ver que la cosa se estaba quieta en su mano, pudo mirarla con más atención. Parecía como si fuera una bola de saliva, pero más espesa y oscura de lo normal. Al acercarse para analizarla con más cuidado, Lincoln se percató de que dentro de la bola había unas ligeras motas de un azul más claro, como si fueran unos ojos sin pupila dentro de la cosa. Tal vez fueran la intención de crearle una semejanza a un rostro, porque cuando Lincoln tocó la cosa para ver si en realidad tenía ojos, las motas azules claro desaparecieron. Preocupado, Lincoln apartó el dedo, temiendo haber lastimado a la cosa, pero no parecía haber recibido ningún daño. Por el contrario, la cosa hasta parecía estarse riendo por la forma en la que se agitaba, como si el dedo de Lincoln le hubiera hecho cosquillas. Los aparentes ojos volvieron a aparecer, mirando a Lincoln con cariño.

- ¿Eres considerado un mago, Lincoln? -preguntó Lana, asombrado- Pregunto porque, a menos que me equivoque por completo, creo que tienes un familiar.

- Un slime de verdad... -susurró Lincoln.

Y así era. El pequeño slime se deslizó por la piel de Lincoln a una velocidad impresionante para su cuerpo viscoso. No le hacía nada, y parecía que se pegaría a Lincoln sin caerse. Cuando Lana trató de agarrarlo para acariciarlo (después de todo, esas cosas le gustaban), el slime se alejó de ella haciendo un ruidito de succión, como si fuera un perro gruñendo ante un desconocido. El slime pareció partirse en dos y por un instante se pareció a Pac-man. Abrió lo que parecía ser una boca y las orillas se volvieron dentadas, como si fueran unos dientes. Su color se tornó de un color más purpúreo, indicando que ahora era venenoso. Amenazó a Lana con los dientes. Lincoln lo acercó cuidadosamente a su hermana, esperando que pudiera comprender que era una amiga. Lana se acercó con cuidado. El slime no se movió al principio. Luego volvió a tornarse azul y tocó tímidamente el dedo de Lana. Cuando se acostumbró, permitió que la mecánica lo tuviera en su mano. Después de un minuto, Lana lo acariciaba con ternura, y el slime yacía feliz de la vida al recibir cosquillas.

- ¡Es tan tieeeeernooooo! -gimió Lana, con los ojos chispeantes puestos sobre el slime- ¿Nos lo podemos quedar? ¡Porfa, porfa, porfa!

- No creo que tenga opción -sonrió Lincoln- Parece ser mi familiar después de todo.

La tienda de mascotas era uno de los lugares más visitados en todo el Gremio, pues ahí las personas podían comprar una mascota o familiar para que los ayudara en batalla o para que te acompañara en la vida sencilla después de las aventuras. Había las comunes como perros, gatos, roedores o caballos, pero también había zombies, murciélagos, dragones, fénix, centauros y mil bestias más. Sin embargo, había gente que podía invocarlos por sus habilidades propias, siempre relacionados con los Koras que tenían. No era raro que una necromántica como Lucy tuviera un esqueleto como familiar, el cual poco a poco estaba aprendiendo las artes mágicas de su maestra.

Lo que Lincoln no se esperaba era que él fuera casi considerado un mago... aunque bien pensado, sí que tenía puntos mágicos. Lo bueno de los familiares era que no podían morir. Si bien caían en batalla, simplemente desaparecían en el aire hasta que los puntos mágicos de sus maestros fueran rellenados nuevamente o con pociones y hechizos que los regeneren sin necesidad de tener el máximo de puntos mágicos necesarios.

Lo mejor que de los familiares era que podían mejorar con su maestro. En ocasiones hasta parecía que el familiar era más poderoso que el maestro, pues era bastante gratificante saber que tu querido amigo mejoraba junto contigo.

- Tendrás que ponerle un nombre, Lincoln -dijo Lana, pasándole el slime de nuevo.

- ¿Un nombre?

- No pensará que simplemente lo llamarás slime, ¿verdad? Es tu familiar después de todo.

Lincoln lo pensó un momento, pues no estaba seguro de que se le diera bien inventar nombres. No obstante, se le ocurrió uno que tal vez fuera adecuado.

- Te quiero llamar... ¡Gurfy!

Gurfy no pareció poner ningún reparo a ese bautizo, por lo que Lincoln supuso que le había gustado. Gurfy se posó nuevamente en la cabeza de Lincoln. El albino sonrió, pues ahora tenía un nuevo compañero en el cual podría avanzar en su aventura. Se preguntó que otros secretos e habría ocultado el señor Neil. Después de todo, parecía que el anciano había sido mucho más que un buen aventurero.

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