²Número Correcto [WooSan]

4

"Bebé"

Al despertar al día siguiente, San se sentía feliz y tranquilo. Despertó con una gran sonrisa, la cual desapareció al recordar lo que había pasado la noche anterior.

"Es solo sexo, nada más que eso. No estoy engañando a nadie" pensó.

Luego de tomar una ducha y arreglarse, partió a la universidad. En el camino decidió que iba a hablar con su profesor luego de clases, después de todo, hoy tenía literatura la última hora.

En la entrada se encontró con MinGi que lo esperaba con una barra de chocolate.

— Bebé, pensé que no vendrías — lo abrazó.

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"— Descansa, bebé—" susurró

— Descansa, Woonie.— Sus ojitos se cerraron para caer profundamente dormido.

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— ¿Bebé? — MinGi lo tomó del rostro para conectar sus ojos.

— Si — bajó su rostro— lo siento, estaba pensando en el trabajo de literatura, estoy algo perdido así que voy a consultar con el profesor a la salida.

— ¿Necesitas que te ayude o acompañe?

— ¡No!— dijo nervioso— Digo — suspiró— No es necesario, gracias.— fingió una sonrisa.

— Bebé...

— No me llames así, por favor— interrumpió.

— Pero si te gustaba mucho— frunció las cejas.

— Ya no me gusta, MinGi— hizo una mueca.

Antes de que pudiera contestarle el timbre de inicio de clases sonó. San suspiró aliviado y se despidió de MinGi con un abrazo diciendo que se verían más tarde en su casa.
MinGi lo observó alejarse cuestionándose la actitud rara de San. Debía contarle a YunHo lo que sucedió, era importante.

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La mañana transcurrió con normalidad, llegando a la hora de literatura. San se sentía ansioso, no podía dejar de mirar los labios de su profesor, la forma recta y profesional en la que caminaba, su cabello rubio perfecto. Estaba hipnotizado.

— Deja de comerlo con la mirada— susurró SeongHwa

— Cállate, Park— lo miró con el ceño fruncido.

— Pareces un gatito enojado cuando haces eso

— ¡Mentira!

— ¿Qué es mentira, señor Choi?

Las mejillas de San se pusieron rojas, todos los alumnos se giraron a verlo. SeongHwa trataba de contener su risa y su profesor seguía esperando su respuesta.

— Lo siento, profesor Jung— dijo con la vista gacha.

— Quédese a la salida, Choi— le dedicó una última mirada y continuó dando su clase.