Quizás todo es demasiado bueno para ser real; Camilo sabía eso perfectamente y lo tuvo que aprender de la peor manera.
Una profecía, un sacrificio y una separación era lo que le esperaba a la hermosa pareja de amigos que crecieron con tanto amor en...
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Una pizca de azúcar, un toquecito de amor...en Mi Dulce Corazón ocurren milagros a montón.
Las pocas horas que les quedaban de trabajo pasaban rápido en la panadería, la noche se apreciaba hermosa mientras que clientes iban y venían.
— 2 tartas de limón con merengue, y 5 pancitos dulces rellenos por favor — Pidió una señora llegando al mostrador donde la recibió una distraída Carolina sumergida en sus pensamientos.
Alexander atento a la situación rápidamente atendió gustoso a la señora, quien pagó, agradeció y se fue.
— Caro — Llamó el muchacho punzando con su índice la frente de la muchacha para que reaccione —. Despierta, acaban de robarnos.
— ¿¡Qué...!? — Cuestionó para despertar y procesar —. ¿Cómo...qué, dónde?
Se acomodó sus lentes viendo al rededor, todo parecía estar en orden hasta que oyó la bonita risa que Alexander poseía.
— No me hagas esas bromas Alex — Regañó golpeando ligeramente el hombro de este con molestia.
— Parecías un zombie — Respondió con diversión mientras se sentaba sobre la mesa del mostrador para descansar un rato —. Una pobre ancianita te pidió varias cosas y tú ni enterada.
— Lo siento, yo...
— No pasa nada, ¿Estabas pensando en la fiesta?
Ella desvió la mirada asintiendo con tristeza mientras se abrazaba a sí misma intentando no llenarse de melancolía.
— Hey...— Habló él abriendo sus brazos para ella —. Ven aquí...
Se acercó al mostrador sin pensarlo para ser rodeada por los firmes brazos de Alexander.
— Apoyo que tomes la iniciativa de enfrentar esto — Confesó acariciando la espalda de la muchacha —. Sabes que si vas, no estarás sola; yo iré contigo y prometo no dejarte.
El muchacho oyó un suave "Gracias" seguido de una pequeña risilla.
— ¿Qué te divierte tanto, cuatro ojos? — Curioseó juguetón mientras ella se separaba del abrazo —. Si le cuentas alguien que soy lindo contigo lo negaré, tengo una reputación que cuidar — Bromeó sarcásticamente provocando otra risa en ella.
— Lo siento, lo siento — Habló tras mantener la calma y admirar al chico sentado sobre el mostrador.
Como de costumbre tenía sus ondulados cabellos negros desordenados, unos preciosos zafiros por ojos junto con dos lunares en la mejilla izquierda que contrastaban en su blanquecina piel. Sonreía cada que ella lo molestaba llamándolo Azucarito, por el notorio parecido de su color de piel con el de el color del azúcar en polvo.