Capítulo 5:

114 21 11
                                    

Los días pasaron y empecé a recordar a Beatriz con mucho más cariño que antes. Las cocineras de la casa también parecían acatar ordenes de Pamela y su trato hacia mí había cambiado drásticamente, incluso cuando ella no se encontraba en casa.

Todas parecían observarme, cada uno de mis movimientos. Estaba casi segura de que se debía a una competencia de quién actualizaba primero a Pamela acerca de mis actividades en la casa.

Sofía no quiso salir de su habitación al siguiente día de la fiesta. Me acerqué para tocar su puerta, pero no escuché más que unos sollozos ahogados.

­—Sofía, Pamela no está. Puedes abrir —intenté por última vez, pero nada funcionaba. Nadie quería arriesgarse a las consecuencias de hablar conmigo.

En mi soledad, empecé a preocuparme por Alysa. Al igual que Ivanka, había desaparecido de la noche a la mañana sin explicación alguna, y a nadie parecía interesarle. Entonces recordé las palabras de Pamela cuando llevaba pocos días en la casa «¿De verdad crees que sólo trafican drogas?»

—¿Puedo hablar contigo? —apareció Sofía a mis espaldas.

—¡Saliste! —exclamé, arrepintiéndome poco después. Sofía no demostraba el mismo entusiasmo que yo.

—Necesitaba un momento a solas —observó su alrededor, algunas de las chicas ya tenían sus ojos puestos en nosotras. Ella sabía que este intercambio de palabras iba a llegar a oídos de Pamela, pero no le importaba.

—¿Comiste algo? —pregunté.

—Si, las chicas me prepararon algo —respondió con vergüenza.

—Sofía... —empecé, pero fui interrumpida.

—¿Por qué te preocupas tanto?

—¿A qué te refieres? —pregunté.

—Te preocupas por mí, más de lo normal. ¿Por qué lo haces?

—Cualquier persona que viera el trato que reciben aquí se preocuparía —respondí.

—Pero...tú recibes el mismo trato, ¿Acaso donde trabajabas eran buenos contigo? —la miré. Recordando mi papel.

—Algo así...

—Me gustaría trabajar ahí entonces. Yo... —verificó las miradas de nuevo —Vengo de la misma casa que Pamela y Leandra, varias venimos de ahí, en Ohio. Pamela nos recomendó.

—Ohio no está tan lejos de mi ciudad. Lo tendré en cuenta cuando vuelva —intenté tranquilizarla, con la ilusión de un futuro mejor.

—Se supone que este es el trato que debemos aceptar, tenemos que obedecer a Pamela y aguantar a clientes agresivos, pero yo creo que hay otra opción. Me gusta soñar con que puedo tener otra vida...

Sentí una molesta presión en el pecho, esta era la frustración de la que hablaba antes.

—¿Por qué trabajas en esto Sofía? ¿Cuántos años tienes? —pregunté. Ella se demoró unos segundos en responder, aun no confiaba en mí del todo.

—Veintidós, y es mi única opción —miró a la piscina.

—¿Alguien depende de ti? —pensé en un hijo, tal vez estaba aquí por mantener la vida de un pequeño.

—No, yo...llevo haciendo esto desde los quince. Mi madre desapareció un día y mi padre nos abandonó mucho antes de eso —contó, sin muchos detalles.

—No es tu única opción, ¿sabes? —mencioné, pero no esperaba que me creyera.

—¿Tú por qué estas aquí entonces? —preguntó. Yo también me demoré en responder, ya ni sabía la respuesta.

STOCKHOLMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora