Capítulo 4:

5 2 0
                                    

Cuando llegué a esta casa había imaginado que cada segundo aquí sería una tortura, pero había pasado casi una semana y absolutamente nada había cambiado. Aún no conseguía información alguna sobre Jo y aún no entendía por qué Kyle me obligaba a estar aquí.

Él pasaba la mayor parte del día en su oficina y apenas cruzábamos una o dos palabras si tenía la mala suerte de conseguirlo en el camino a la cocina. Temía estar perdiendo el tiempo en esta rutina insoportable mientras Jo pudiera estar corriendo peligro, pero si quería que mi plan funcionara no debía levantar sospechas en Kyle.

Al menos Beatriz era lo suficientemente considerada como para hablar conmigo cuando Kyle no se encontraba cerca, de lo contrario, tenía altas probabilidades de volverme loca.

—El señor siempre ha sido así, solo hay que tenerle paciencia. Después de un tiempo te acostumbrarás —comentó ella.

—No quiero acostumbrarme, quiero volver a la casa —reclamé —Ni si quiera ha sido capaz de dirigirme la palabra en toda la semana —ella rio, pero intentó disimularlo.

—Lo hará, dale tiempo —dijo, no muy segura de sus palabras. Beatriz parecía conocerlo con profundidad, pero no sabía distinguir si aquello en su mirada era cariño o respeto.

—¿Hace cuánto tiempo trabajas aquí? —pregunté. Por primera vez, se sentía como una conversación real y no un interrogatorio en busca de información.

—Más años de lo que aparento mi niña. Lo conozco desde que era un travieso corriendo por todas partes —bromeó con una risotada.

—¿Y aun así te hace llamarlo "señor"? —me parecía demasiada formalidad para la confianza que parecía tenerle ella.

—Es como debe ser, él es una persona muy importante aquí —explicó. Que aquel idiota fuera tan importante me molestaba.

Le di otro bocado a mi almuerzo y Beatriz me miró, tal vez esperando un cumplido de mi parte. Sí era cierto que cocinaba mucho mejor que las chicas de la casa, pero no me quedaría aquí solo por eso.

—Trabajas aquí todo el día Beatriz, ¿no tienes hijos? —pregunté.

—Tengo dos, pero ya son grandes. Mi esposo dice que debería ver un poco más a mis nietos, pero aquí me pagan bien y no puedo darme el lujo de no trabajar —explicó. Su expresión denotaba tranquilidad, trabajar aquí no le molestaba ni en lo más mínimo.

—¿No tienes días libres? —los horarios de trabajo de Beatriz eran casi denunciables, pero hablábamos de narcotraficantes.

—A veces los tengo, cuando el señor no se encuentra —volteé los ojos automáticamente cuando volví a escucharla decir "señor", pero ella sonrió. No iba a lograr ponerla de mi lado.

—Ya verás que no es tan terrible, sólo tiene una personalidad un poco...difícil —concluyó cuando retiró mi plato. No tenía tiempo para esperar a que el señor importante se dignara a decir alguna palabra.

La única solución que encontré fue darle a Kyle lo que quería, entonces tal vez consideraría dejarme tranquila y podría seguir con mi plan de una vez por todas, sin embargo, si ni siquiera tenía el valor de decirlo en voz alta, mucho menos iba a poder hacerlo. Insinuarme ante Kyle no iba a ser una tarea agradable, pero no me quedaban más opciones.

Hasta ahora no me había acercado a otro lugar de la casa que no fuera mi habitación y la cocina, pues pasar tiempo en otra parte se sentía como rendirme ante el hecho de estar retenida en contra de mi voluntad, pero ahora era distinto, era hora de actuar.

Con esperanzas de que mi plan funcionara, salí al jardín en cuanto el sol se asomó. Me sumergí en el agua y mi cuerpo se estremeció ante el cambio de temperatura. Esperaba que el salto hubiera hecho ruido suficiente para que Kyle se preguntara qué estaba pasando en la tranquilidad de su casa. Sin embargo, me tomó casi tres horas de sol para que se dignara a asomar su nariz en el jardín.

STOCKHOLMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora