Capítulo 20: STOCKHOLM

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Antes de que empiecen a leer el capítulo final de la novela, quería decir algunas palabras:

Muchísimas gracias por leer.

Cuando empecé a escribir, lo hice por amor a mi imaginación y nunca en mi vida pensé que alguien leería mis historias (ni siquiera mi familia), y hoy STOCKHOLM está cerca de las mil lecturas y eso me emociona como no tienen idea.

Me da un poco de tristeza terminar este bloque de la historia, porque me he encariñado con los personajes y ustedes, mis lectores, mas de lo que se imaginan, pero antes de hacer spoiler...¡Sigan leyendo!

(Me disculpo de antemano por el final, mi actividad favorita es hacerles sufrir)

**

Desperté por la mañana más de cinco veces.

Ian dormía en la sala, pero lo había escuchado recibir llamadas del doctor Jones varias veces durante la noche. Ninguno de los dos había dormido lo suficiente para lo que nos esperaba en el día. A él, un viaje de cuatro horas de vuelta a su pueblo. A mí, una exposición de inauguración de la que iba a ser una de las galerías de arte más importantes de la ciudad.

—¿Estás lista? —preguntó Ian.

Yo respiré profundo y asentí, incapaz de responder verbalmente.

—Nunca pensé que llegaría este día —dije.

—Pues aquí estás —sonrió —Un poco temprano eso si, la exposición es a las seis de la tarde y son las siete de la mañana Bianca —se quejó. El sonido de la ducha lo había despertado.

—Tu también debes irte, tu padre sale a las cuatro del hospital —le recordé sonriendo.

—Lo sé —se acercó a mí —Me hubiese gustado estar hoy contigo, sé lo importante que es la exposición para ti.

—Has estado durante todo el proceso Ian, quieras o no, vas a estar también en la inauguración —reí, recordando todas las veces que Ian tuvo que acompañarme a revolver problemas de último momento.

Entonces me miró y se acercó para abrazarme.

—Gracias por todo Bianca —dijo. Yo lo miré.

—¿Por qué siento que estás despidiéndote de mí? —me alarmé. ¿No pensaba regresar?

Él esperó antes de responder.

—No sé cuánto tiempo me quedaré en el pueblo —confesó —Te dije muchas veces que no iba a quedarme allá, pero ahora creo que es lo correcto. Mi padre no está bien y...

—Ian —lo interrumpí —Tienes que estar allá, es lo correcto. No tienes que explicar nada.

—Lo sé, pero te prometí que no te dejaría sola y siento que estoy fallándote —dijo.

—No me estás dejando sola, ¿o acaso piensas olvidarte de mí para siempre? —mi estómago se revolvió ante la idea, pero él rio.

—No podría olvidarme de ti ni aunque quisiera Bianca Johnson —confesó él.

Entonces mis labios se curvaron en una sonrisa e hice lo que nunca pensé que haría: lo besé.

Me acerqué rápidamente a él y posé mis labios sobre los suyos, sosteniéndolo de las mejillas en el movimiento.

Ian tardó en asimilarlo. Su primera reacción fue un pequeño salto por el rápido movimiento, hasta que se relajó y tomó también parte de mi cara mientras recibía mi beso.

Cuando nos separamos para mirarnos, ninguno de los dos sabía qué decir.

—¿Qué fue eso? —preguntó, incapaz de esconder su sonrisa.

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