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Como cada semana, Anahí salió de casa temprano para ir al restaurante de André. Había dejado el café de Alfonso en su mesa, junto a su periódico y las galletas, y le había dicho que tenía que ir a la compra. Alfonso simplemente había asentido con la cabeza y le había pedido, sin apartar los ojos de la pantalla, que comprase algo de whisky ya que se le estaba terminando. Así que, primero iría al restaurante, y después haría la compra.

— ¿Cómo estás, Anahí? —sonrió Zoe al verla— André estaba preparando las cosas en la cocina, pasa.
— Gracia Zoe, ¿cómo ha estado el fin de semana?
— ¡Completo! —rieron—, apenas tuvimos tiempo de descansar. No sé si alguna vez hemos tenido tantas reservas. Por cierto, Fernanda estuvo aquí, habló un rato con André y después se llevó una tarta de frambuesa que dijo que era para vosotros, ¿cómo estaba?
— Exquisita, como todo —respondió, sonriendo.
— Me alegro. Tuvimos tanto trabajo que temía que hubiese habido algún problema.

Anahí negó con la cabeza, mareándose un poco. Zoe la miró sin entender pero ella volvió a sonreír y movió la mano, quitándole importancia.

— No he desayunado por llegar temprano, André dijo que nos llevaría más tiempo y tengo que pasar a hacer la compra antes de volver a casa. Sufro mareos fácilmente.
— Pediré que te preparen un café con algún bollo ahora mismo.
— Gracias.

André la esperaba con los brazos abiertos y una gran sonrisa en el rostro.

— Vaya, vaya. Así que has estado disfrutando de una de mis tartas sin siquiera ayudarme a prepararla, eh.

Anahí soltó una pequeña risa.

— Sí, estaba deliciosa, Alfonso y Fer apenas dejaron tarta, pero conseguí un buen pedazo por ser la que servía.
— Me alegro, anoche hicimos más, si quieres llevarte algún trozo más.

Su estómago se contrajo. Iba a contestarle pero uno de los camareros de André entró en ese momento con un café humeante y un croissant gigante en la bandeja. André pasó la mirada del camarero a Anahí, sin entender nada, y Anahí se ruborizó antes de explicarse.

— Estupendo —rió él—. Mauricio, trae un trozo de tarta de frambuesa también. Vamos a trabajar mucho y si esta mujercita no ha desayunado no va a tener fuerzas ni para amasar.

Mauricio desapareció riendo y apareció a los pocos minutos con un trozo de tarta, cuando Anahí ya había devorado la mitad del croissant y el café estaba casi acabado. Cuando terminó de desayunar, André ya le había explicado en qué consistía el plato y le había hablado de todos los ingredientes, dejándola tiempo para escribirlos y agregar un pequeño resumen. Amasaron cada uno una masa, prepararon los diferentes ingredientes con especias que Anahí jamás había oído hasta el momento y metieron todo en el horno durante casi una hora para que se hiciese lentamente.

Anahí había estado casi todo el rato callada, intentando controlar sus impulsos. Los olores que la rodeaban la hacían sentir náuseas y tener todo el desayuno aún en el estomago la hacía sentirse pesada y mareada. Había comido demasiado en poco tiempo y ahora lo único que quería era vomitar, pero estaba controlándose. Y habría conseguido no hacerlo si André no hubiera abierto en aquel momento el horno y el leve olor que había se intensificará tanto que no pudo controlarse. Por lo menos vomito en el suelo, pensó después.

— Lo siento tanto, André... Yo...
— ¿Te encuentras bien?

Anahí asintió, limpiándose la cara con el torso de la mano.

— Si. Es solo que, la mezcla de olores, con todo lo que he comido... Ha sido demasiado —sonrió.

André asintió, no muy convencido, pero no hizo ningún comentario más. Cuando se enfriaron un poco los platos, André los probó y dijo que estaban exactamente igual y que, si seguía así podría trabajar en cualquier restaurante si quisiese. Anahí no probó nada porque todavía sentía el estómago revuelto, así que confió en la palabra de André y se despidió de él.

Cuando llegó a comprar seguía mareada así que, al volver al coche, llamó al médico que Alfonso le había dicho que podía llamar si le pasaba algo.

— ¿Por qué no te pasas por aquí en un rato?

Alfonso había mirado el reloj quince veces en los últimos diez minutos. Anahí se había ido tan pronto como le había llevado el café y ya era cerca del medio día. Le había comprado un teléfono nuevo, con un cargador en perfecto estado, a los pocos días de que le contase lo del suyo. Así que tampoco entendía porque no le había llamado y estaba a punto de hacerlo, cuando fue el nombre de ella el que apareció en la pantalla.

— ¿Anahí?
— Hola, Alfonso —sonaba feliz pero cansada, y Alfonso sonrió inconscientemente—. Tardaré un poco más en ir a casa. No te preocupes, estoy bien. Simplemente se me ha ido más el tiempo.
— Está bien. Había pensado en pedir algo para comer, ¿qué te apetece?

Anahí tardó unos segundos más de la cuenta y Alfonso sintió como su nuca se erizaba ¿Qué le pasaba? Tenía que darle igual lo que Anahí pensase, era su empleada no su...

— Pide lo que quieras, no se cuanto tardaré así que comeré algo de camino. No te preocupes por mi.
— Está bien —terminó suspirando.
— Me voy, nos vemos luego.

Anahí llegó a casa dos horas después, guardó la compra y subió a su habitación sin decir nada. No podía estar embarazada. Era imposible. No, no, no y no. Aunque el médico le había confirmado que lo estaba, de poco más de un mes. Pero no podía estarlo...

Alfonso la sacó de su ensoñación al tocar a la puerta dos veces.

— ¿Anahí?
— ¿Si? —dijo, con un nudo en la garganta, ¿cómo se lo iba a decir?
— ¿Estás bien? Estaba esperándote en el despacho pero no has venido.
— Yo...

Cuando lo miró a los ojos sintió como los suyos se llenaban de lágrimas, pero respiró profundo y los cerró con fuerza, intentando controlarlas.Pero no pudo. De pronto se llevó las manos a la car y sollozó con fuerza hasta que sintió a Alfonso abrazándola contra él.

— Anahí, Anahí... Annie...

Cuando se calmó, Alfonso presionó sus labios contra los de ella y acarició su espalda con lentitud, de arriba a abajo. Anahí se apretó a él tanto como pudo y emitió un pequeño gemido, indicándole que quería algo más que un simple beso.

— Alfonso... —susurró, cuando estuvieron desnudos en la cama—. Tengo que decirte algo.
— Claro —la apretó más contra él.
—Yo... —se separó de él. Necesitaba mirarle a los ojos cuando se lo dijese—. Estoy... Embarazada.

El silencio que se formó después de confesarse hizo que Anahí se sintiese peor. De pronto, vio cómo se levantaba de la cama, aun desnudo, y comenzaba a vestirse sin mirarla si quiera a los ojos. Pero podía ver su mirada, podía ver que estaba enfadado, con ella. Con ella y con el bebé. 

— Alfonso...
— No. No quiero que me digas nada, ya has hecho bastante.
— ¡Yo no elegí quedarme embarazada, Alfonso! No es algo que pueda hacer yo sola...
— ¿Quién me dice que no estabas intentando quedarte embarazada para cobrar un dinero extra y no tener que trabajar nunca más? Pues te diré una cosa Anahí, ya pasé por eso y no va a volver a ocurrirme.
— No te estoy pidiendo nada, Alfonso... —dijo, sollozando de nuevo.
— Eso dicen todas —soltó una carcajada amarga—. Ahora también me dirás que estas enamorada de mí y quieres que formemos una familia. Lo siento, Anahí, pero no. No voy a volver a caer en ese error. No voy a volver a dejarme engañar.

Alfonso salió de la habitación dando un portazo, dejando a Anahí sola, desnuda y llorando en su cama. Una hora después, cuando se dio cuenta de que Alfonso no iba a volver a por ella, se levantó de la cama, se duchó y bajó a preparar la cena. No le dirigió la palabra, y él tampoco lo hizo. Dejó su comida en la mesa del salón, donde solían cenar los dos, y se fue a la cocina hasta que él termino de hacerlo.

Tiempo después, en su habitación de nuevo, llamó a la única persona que podría ayudarla. Fernanda le dijo que podía ir a su casa mañana mismo y que ella se encargaría de todo mientras buscaba a una nueva ama de llaves. Cuando colgó le dio las gracias y comenzó a hacer las maletas.

No se podía creer que hubiese pasado esto. Si hubiese sido más consciente de lo que estaba haciendo, si no fuese una novata, si Alfonso no la hubiese vuelto tan pasional con un solo roce... Se habría acordado de protegerse de alguna manera, al igual que él, supuso. Aunque, por mucho que hubiesen empezado a protegerse tras su primer encuentro, no habría servido de nada ya que todo apuntaba a que había sido esa primera vez cuando había sucedido.

— Estaremos bien —susurró acariciándose el vientre plano—. Ya lo verás.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora