Epílogo

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Siete meses después, Mía nació en el hospital más cercano a casa. Había empezado a sentir las contracciones al despertarse por la mañana, pero no había dado a luz hasta bien entrada la noche.

Era una niña preciosa con los pequeños mechones de pelo rubios y la piel blanquecina como Anahí, pero con rasgos faciales de Alfonso, incluso su pequeña nariz tenía la forma como la suya. Era perfecta y, cuando Alfonso la vio, se enamoró en el primer instante. Anahí había reído, porque Alfonso tenía la cara radiante y con una sonrisa enorme en su rostro. La había estrechado entre sus brazos y le había dado un beso en la cabeza, como había hecho como Matteo. Se la presentó, mirando al cielo durante unos segundos y después sintió como un par de lágrimas rebeldes le empapaban el rostro.

— Bienvenida, Mía —susurró—. Te amo.

Anahí llevaba dormida un par de horas, y Alfonso había tenido a su hija entre sus brazos todo ese tiempo. Con Matteo el tiempo había sido limitado, pero con Mía aprovecharía cada segundo posible para estar con ella. Cuando la niña comenzó a llorar, Anahí abrió los ojos sobresaltada y buscó con la mirada a su hija, mientras Alfonso intentaba calmarla. Sonrió divertida y soltó una pequeña risa, haciendo que la mirase.

— Lo siento, no quería despertarte pero...
— Supongo que es hora de comer —sonrió de nuevo, estirando los brazos hacía ellos.

Alfonso vaciló unos segundos, como pensando si, aunque Anahí le tuviese que dar el pecho, el podría sujetarla de alguna manera.

— Vamos, Poncho —desde que fue a buscarla a casa de Fernanda le llamaba así—. Serán solo unos minutos, después podrás sacarle los gases.

Alfonso soltó una pequeña risa y le entregó a su hija para que la pudiese alimentar.

Dos días después, cuando ya estaban en casa, Fernanda los fue a visitar junto con sus hijos y nietos. Pasaron una tarde estupenda y Anahí descubrió que Mía iba a ser la niña más mimada del mundo, porque, aunque había pasado las horas de unos brazos a otros sin parar, Fernanda era igual de posesiva y permisiva que Alfonso, y la dejarían hacer todo lo que quisiese.

— Es perfecta —había susurrado Fernanda al llegar—. Ven con la abuela, preciosa. Si, ven, claro que sí.
— El abuelo soy yo —había dicho el padre de Alfonso entre risas. Llevaba en la casa más de dos semanas porque quería estar ahí cuando su nieta naciese.

Anahí se había mudado de nuevo esa misma noche y se habían casado dos semanas después porque Alfonso no quería pasar un segundo más sin ella siendo su mujer. Sofía se había quedado como ama de llaves y, aunque Anahí iba a seguir trabajando en el restaurante de André, solo iría un par de días porque quería criar a su hija ella misma, con su marido.

— Gracias —le había susurrado.
— ¿Por qué?
— Por hacerme tan feliz.
— Te lo prometí una vez —susurró cerca de su boca—, y yo no olvido mis promesas, jamás. Te amo.
— Yo también te amo —contestó antes de besarle profundamente—. Y siempre te amaré.

FIN

Espero que os haga gustado, ha sido corta pero me ha encantando escribirla. Se que siempre lo digo 🙈, pero espero no tardar tanto la próxima... 😅 Pero se me ha roto la tablet, que es donde principalmente leo y escribo, así que espero que me llegue pronto la nueva y pueda ponerme en marcha como siempre. Desde el móvil soy más lenta.

¡Nos vemos!

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora