11

1.1K 94 6
                                    

Anahí no sabía que decir, ni dónde meterse, ¿y si cerraba la puerta? Alfonso estaba increíblemente guapo y, aunque llevaba intentando controlar su corazón desde que lo había visto frente a ella, no podía ocultar lo que sentía cada vez que lo tenía cerca.

— ¿Annie?

No la había llamado mucho por su diminutivo, pero cada vez que lo hacía sentía como las piernas le fallaban y le costaba respirar con normalidad.

— ¿Tienes algún problema con Sofia? Fer le dio el visto bueno también pero si no te gusta puedo encontrar otra rápido.
— No es nada de eso, ¿puedo pasar? Quiero hable contigo.

Anahí asintió, haciéndose a un lado y Alfonso entró. Intentó darle un beso en la mejilla, pero ella hizo como que no se daba cuenta y se alejó de él, llegando hasta el salón.

Fernanda le saludó con una amplia sonrisa.

— Qué sorpresa —exclamó.
— No hace falta que seas sarcástica. He tardado pero me dijiste que pensase bien lo que quería.
— ¿Y ya lo has pensado? —Alfonso asintió mientras Anahí los miraba sin entender— Me alegro, será mejor que os deje solos.

— Iremos a la habitación —decidió Alfonso—. Quédate aquí, por favor. Es tu casa.

Fernanda asintió, volviéndose a colocar en el sofá y poniendo de nuevo su programa favorito. Y Anahí guió a Alfonso hasta su habitación. Estaba prácticamente vacía, no había nada por las paredes, ni en las superficies más allá de una foto de su madre que había visto muchas veces cuando había estado en su habitación, y un reloj digital que siempre usaba como despertador. Anahí se sentó en la cama, suspirando, y Alfonso tuvo que apretar los puños para lo besar sus labios y hacerle el amor sobre su cama, como llevaba deseando hacer desde hace un mes.

— ¿Cómo estás? —comenzó.
— Bien, ¿tú?

Alfonso se encogió de hombros para no contestar, no estaba bien, eso seguro.

— Ehhh... ¿El bebé?
— Está todo bien, no te preocupes.

Hubo un pequeño silencio, en el que Anahí aprovechó para hablar.

— Mira, Alfonso. No necesito que te hagas cargo, no necesito que me des dinero ni que te cases conmigo. Ya te lo dije en la carta, no lo he hecho para aprovecharme de ti, ni por oportunista, me encanta trabajar y, aunque sea humilde, me encanta mi vida Alfonso. Y amo a este bebé. Cuando me enteré me quedé en shock, no sabía qué hacer ni qué pensarías, pero eres el padre y necesitas saberlo. Necesitaba contártelo.

— Annie...

Negó con la cabeza.

— No, déjame hablar —lo cortó—. No sé qué tienes en contra de los bebés, o en contra de las familias. No sé qué te pasó antes de conocerte pero, si en algún momento quieres ver al bebé, podrás hacerlo. No me interpondré, no te pediré nada, no...

Alfonso la besó sin poder evitarlo. Puso una mano tras su nuca para que no se separase y profundizo el beso cuando Anahí abrió la boca sorprendida. Estaba a punto de abrazarla contra él cuando un grito desde el salón los sobresaltó.

— ¿Has oido eso? —Anahí asintió y Fernanda volvió a gritar.
— ¡Fernanda!

Alfonso jamás había corrido tan rápido como en ese momento. Cuando llegó vio como Fernanda se llevaba la mano al pecho, intentando respirar profundamente, y como su piel había perdido algún que otro tono.

— Fer, ¿estás bien? —Fernanda lo miró, con los ojos muy abiertos y negó con la cabeza.

Cuando la tocó, se dio cuenta de que aunque parecía estar sudando estaba muy fría y rápidamente reconoció que le estaba dando un infarto. Anahí llegó a su lado poco después, con la respiración visiblemente agitada y sin apenas aliento.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora