6

970 91 14
                                    

Anahí llevaba reviviendo el beso todo el fin de semana, apenas había dormido por ello pero no había vuelto a sacar el tema porque Alfonso parecía haberlo olvidado.

— Buenos días, Alfonso —saludó al entrar al despacho el lunes por la mañana.

Se sentía en la necesidad de llamarlo Alfonso desde el sábado, no solo por el beso, sino también porque una vez que lo había hecho, no podía volver atrás. Cuando no obtuvo respuesta, miró extrañada hacía la mesa, encontrándola vacía.

No había ninguna nota, ningún mensaje ni ningún acontecimiento importante en la agenda. Alfonso ni siquiera salía más de lo necesario si era posible. Pero supuso que algo habría pasado para sacar a Alfonso de casa tan temprano así que dejó el periódico en el escritorio y se volvió a llevar el café y las galletas a la cocina, donde se las acabo comiendo ella.

Estuvo liada toda la mañana organizando diferentes cosas que Fernanda le había explicado y pasó tiempo con las limpiadoras y el jardinero cuando terminó de hacer sus tareas. Alfonso seguía sin llamar y Anahí había empezado a preocuparse por él cuando ni siquiera contestaba sus llamadas y ya había pasado casi todo el día. Y estaba a punto de llamar a Fernanda para saber si sabía donde estaba cuando le llegó un mensaje.

Regresaré mañana, deja de llamarme.

Anahí miró el mensaje durante más de cinco minutos. Ni siquiera había firmado, ni había saludado como hacía normalmente. Guardó el teléfono y decidió salir a cenar a algún sitio.

El restaurante que eligió era italiano, aunque ni siquiera había leído el cartel al entrar. Se sentó en la mesa que le indicó el camarero y pidió varios platos que tenían buena pinta. Cuando llegaron sus platos Anahí sonrió al camarero y lo hizo más ampliamente cuando André apareció tras él, con el uniforme blanco impecable.

— ¡Anahí! No esperaba verte por aquí tan pronto.
— ¿Si te digo que entré sin mirar siquiera el nombre?

André rió.

— Te vi entrar y dije que te dieran una mesa, ¿no sabes que hay lista de espera de más de seis meses?

Anahí abrió los ojos sorprendía y arrepentida.

— Oh, André... Si lo hubiese sabido jamás habría entrado, ¿he quitado la mesa a alguien? Dime que no por favor, me sentiré incluso peor...

André rió más fuerte, sentándose frente a ella.

— No te preocupes Anahí, siempre tendrás una mesa disponible en mis restaurantes —Anahí se puso roja—. Y no, no has quitado la mesa a nadie. Siempre dejo alguna mesa vacía por si alguien conocido quiere comer o cenar, así que no te preocupes más y disfruta de la cena, la casa invita.
— ¡André! —se quejó ella.
— ¿Dónde has dejado a tu jefe? —dijo de pronto, cambiando de tema.

Anahí se puso roja y rezó porque André no pensase que era porque le gustaba y se habían besado.

— Supongo que me dio el día libre.
— ¿Supones?

Anahí se encogió de hombros.

— No le he visto en todo el día y me dijo que hasta mañana no volvería, así que sí, supongo que me ha dado el día libre. Aunque he hecho todo lo que suelo hacer durante el día, he pensado que me merecía una comida rica. Y ya sabes que la tuya es la mejor.

André sonrió ampliamente y asintió.

— Cuando termines de cenar, ¿querrás ver el restaurante? Después te puedo acercar a casa.

Estuvo a punto de negarse, pero André le había hablado tanto de su cocina en las últimas semanas que se moría por conocerla así que, cuando terminó de cenar, y después de una copa rosa que le llevaron a la mesa sin pedirla, André salió de nuevo de la cocina en sus dirección. Se había cambiado, ahora llevaba vaqueros oscuros y una camisa verde, y el pelo estaba incluso más revuelto que antes. Estiró el brazo, tendiéndole la mano, y tiró de ella hasta levantarla y dejarla frente a él.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora