Capítulo 5: El Entierro.

14 2 0
                                    

Me levanté con dolor de espalda, las caídas de ayer no me vinieron nada bien. Sonreí al sentir algo caliente a mi lado. La miré, que bonita se veía cuando dormía. Pero luego, te podía dejar sin dientes.

Me dirigí al baño, dispuesto a ducharme. Me quité la ropa lentamente y me metí a la ducha. Suspiré al sentir el agua caliente recorriendo mi cuerpo. Me pasé la esponja hasta quedarme satisfecho. Al terminar, me enrollé la toalla por la cintura. Me peiné y me afeité. Mo me gustaba nada que me creciera pelo en la boca. Lavé bien la cuchilla y me enjuagué, para quitarme cualquier resto de espuma de afeitar. Terminé y me vestí con ropa mucho más cómoda que ayer. Cada vez estábamos más cerca del hombre que se llevó a mi pequeña.

Me puse unos pantalones negros, una camiseta negra y una sudadera blanca. Me puse unos zapatos del mismo color. Salí de la ducha y bajé a preparar el desayuno.

-Henry-me di la vuelta, ahí estaba. Me reí, estaba súper mona cuando estaba en modo modorra-, ¿puedo utilizar tú baño? –preguntó bostezando.

-Por supuesto, y de paso ponte ropa mía, te la dejé ayer en el bidé. Si no te importa te he dejado un bóxer, para que tengas ropa interior-dije pícaro. Ella rodó los ojos divertida.

-Gracias-agradeció metiéndose al baño. Le dediqué una última sonrisa y bajé a preparar un desayuno ligero. Preparé unos huevos revueltos y tostadas con mantequilla de cacahuete y membrillo. Sí, lo sé, mucho azúcar. Pero necesitábamos estar activos. Puse la mesa y miré a Helena de arriba, abajo. Le quedaba bastante bien mi ropa. Se las arregló para que no pareciera mía. Unos pantalones de campana, abrochados con un cinturón negro. Una camiseta blanca de tirantes metida por debajo del pantalón. Y de chaqueta, una camisa de botones a cuadros. Rojos y negros. Y de zapatillas, las mismas que traía ayer.

-Te queda bien-confesé sentándome en la mesa.

-Muchas gracias, caballero-bromeó imitando mi acción. Empezamos a desayunar y encendí la televisión. Comimos tranquilamente, hasta que una noticia nos paró inmediatamente. Nos miramos asustados.

-Ayer, a medianoche David Taylor, el recepcionista de la conocida tienda Hunting Shopping, murió tras haber sido brutalmente baleado-abrí la boca sorprendido-. Nadie sabe todavía porque el asesino o la asesina, quería matarlo. Su familia informó de que era un buen chico. Lo extraño es que quien lo ha matado no se llevó nada de la tienda. Nada de valor, nada importante. ¿Por qué lo mató? Los policías están intentando resolver ese misterio-dijo el noticiero.

- ¿Crees que fue el secuestrador? -pregunté nervioso.

-Sí, me temo que sí-respondió cruzándose de brazos decepcionada.

-Pero, ¿por qué? -insistí confuso.

-Porque querrá borrar testigos. No querrá que nadie sepa nada sobre el secuestro, así que es posible que sí lo mató es porque nos espió y sigue nuestro rastro-resolvió inquieta tapándose la cara.

-Los siguientes podremos ser nosotros, si lo sabe, nos podrá estar tendiendo una trampa. Hay que tener cuidado a quien se lo decimos, mirando bien quien está con nosotros-ella asintió conforme.

-Tienes razón, hay que ser discretos-terminó mordiendo de su tostada. Suspiré arrepentido por el último día que le di a ese chico, le grité y no tuve paciencia. Era solo un adolescente. Me tocaría a mí tener mucha paciencia para cuando Eva sea mayor. Pasará por lo mismo que todos.  La adolescencia era una tapa muy dura, solo quieres hacer lo que el corazón te dice. Y que la emoción te guie.

-Vale, pues lo que vamos a hacer es: Voy a robar los informes, otra vez. Y tú tendrás que ir al entierro de David, es lo menos que podemos hacer por él-finalizó bebiendo de su café. Asentí obediente y nos pusimos a desayunar.

El caso de Eva Heaton [1# de la Trilogía ''Casos'']Donde viven las historias. Descúbrelo ahora